
«A lo largo de sus dos orillas se pueden contemplar aproximadamente doscientos edificios entre los que encontramos impresionantes palacios»
Entre la tierra y el mar, al noreste de la península italiana, se extiende una zona plagada de islas junto a la desembocadura de los ríos Po y Piave, donde se sitúa una de las ciudades más atractivas del mundo a la que casi todo aquel que la ha conocido desea volver, Venecia.
El origen del asentamiento de todas las islas que forman esta zona junto al Mar Adriático se remonta al siglo V cuando los habitantes de esta región se refugiaron en esta zona acuífera huyendo de las invasiones bárbaras e instalándose en pequeños palafitos que paulatinamente fueron aumentando y transformándose. La peculiaridad geográfica dificultaba el acceso a los conquistadores que intentaban acercarse por mar, quizás esta particularidad haya influido en el carácter independiente de sus habitantes.
Venecia se fundó en el año 421 sobre un archipiélago compuesto por ciento diecinueve islas y constituye el centro urbano más grande de todas ellas. En el siglo VI, bajo el mandato del emperador Justiniano (482-565), la ciudad, que suponía un enclave fundamental para el comercio con Oriente, fue conquistada por Bizancio, pasando a formar parte del Imperio.
La influencia bizantina se fue debilitando cuando los venecianos advirtieron que precisamente esta situación abierta al mar le podía aportar grandes beneficios y a finales del siglo VII las familias más influyentes de la ciudad se aliaron con el objeto de ser independientes y formar su propio gobierno con un dirigente al que nombrarían Dux, sin embargo para que no todo el poder recayera sólo sobre una persona, se crearon instituciones y tribunales que formarían la Signoria, órgano fundamental del gobierno. En el año 828 robaron el cuerpo de San Marcos de la tumba de Alejandría y se comenzó la construcción de una primitiva basílica en su nombre, siendo a partir de entonces santo protector de la ciudad, de esta manera se afianzaban aún más su autonomía y sus creencias.

A partir de su independencia, los venecianos entendieron que era fundamental un buen trato con Bizancio, algo que mejoró aún más tras la ayuda que Venecia les prestó en el enfrentamiento con los normandos. Estas buenas relaciones se llevaron a cabo con gran astucia y perspicacia y le otorgaron a la ciudad véneta gran protagonismo en el comercio de telas y especias con Oriente así como madera, hierro y esclavos con otros países de Europa.
El poder y crecimiento de la República de Venecia, también conocida como La Serenísima fue cada vez mayor, llegando a su máximo esplendor en el siglo XIII, concretamente tras la cuarta Cruzada en la que obtuvo varias victorias frente a Constantinopla que propició que se convirtiera en la gran potencia económica y política del Mediterráneo. A finales de la Edad Media Venecia gozaba de una fuerte posición en Europa lo que fue decisivo para el enriquecimiento de la ciudad con familias muy influyentes que configuraron gran parte de la Venecia que hoy conocemos y admiramos con sus bellísimos palacios.
En el siglo XVI el descubrimiento de América trajo consigo un desplazamiento en las actividades comerciales, además, la importancia que iba adquiriendo la ciudad de Génova, con un puerto cada vez más activo y abierto al Mediterráneo, propiciaron que Venecia ya no ocupara la posición privilegiada que mantenía hasta entonces. El comercio internacional adquiría nuevas dimensiones. A esto hay que añadir que protagonizó diversos enfrentamientos con Austria, el Reino de Aragón y el Papado lo que causó gran inestabilidad y sufrió la epidemia de peste negra que en 1576 acabó con gran parte de su población.
Venecia comenzó su decadencia. En el siglo XVIII Napoleón iba adquiriendo cada vez más poder en la región del Véneto y causó graves daños a la República veneciana, robando gran parte de sus obras de arte en iglesias y palacios, entre ellos los leones de bronce de San Marcos y la nave conocida como el Bucintoro, símbolo de la ciudad, que fue destruida para apoderarse del oro que la recubría.
La ciudad, fue cedida al Imperio Austriaco y tras numerosos disturbios y enfrentamientos, que incentivaron el sentimiento nacionalista, Venecia entraría a formar parte del Reino de Italia.
La primera impresión tras llegar a Venecia es impactante. El Gran Canal que la atraviesa es absolutamente un espectáculo para los sentidos. Con una longitud de casi cuatro kilómetros, a lo largo de sus dos orillas se pueden contemplar aproximadamente doscientos edificios entre los que encontramos impresionantes palacios que se conocen con el nombre de las más poderosas e influyentes familias que los construyeron o adquirieron más tarde, como símbolo de riqueza y poder. Contarini, Tiepolo, Dandono, Zeno, Mocenigo o Morosini son algunas de estas familias que formaban parte de la élite política veneciana.

Debido a sus dimensiones se convirtió en la vía principal de Venecia y se habilitó para posibilitar la llegada de los barcos hasta la zona más antigua de la ciudad, Rialto, donde se eleva uno de los puentes más conocidos en Europa, uno de los signos de identidad de la ciudad italiana. A ambos lados de esta gran vía acuática aparecen pequeños canales con un encanto especial en las que las fachadas adornadas con flores y los puentes que los cruzan, muy numerosos, hacen que nos sumerjamos en la historia y nos envuelva su fascinante hechizo. Hay magia en estos angostos lugares, es Venecia.
El Canal está transitado cada día por numerosas góndolas que suponen uno de los mayores atractivos de Venecia. Su historia se remonta al siglo XI y aunque ha cambiado algo desde sus orígenes es una de las embarcaciones más bellas y estilosas que se han construido a lo largo de la historia.
El famoso vaporetto lo recorre durante todo el día ya que funciona como un servicio de autobús, sus paradas dan acceso a puntos clave donde entrar en el laberinto de calles estrechas que conforman todo el centro.
Los palacios que se pueden admirar durante el paseo por el Gran Canal de Venecia nos transportan a otra época, en ellos encontramos diferentes estilos arquitectónicos y contemplarlos es una experiencia inolvidable.

El Palacio Fondaco dei Turchi de estilo bizantino data del siglo XIII. En sus inicios perteneció a la familia Pesaro pero el palacio cambió varias veces de propiedad a lo largo de su historia pasando por la familia D´Este y los papas Julio II, que tenía un gran interés en él, y León X, papa de la familia Medici. Años más tarde pasó a ser propiedad de varios cardenales hasta que en 1621 el edificio se destinó a sede comercial de los mercaderes turcos, para lo que se realizó una importante reforma construyendo zonas de almacenaje, habitaciones y dependencias administrativas.
En el siglo XVIII y como consecuencia de los problemas políticos y la decadencia comercial por factores ya antes mencionados, el edificio sufrió un abandono considerable y fue el Ayuntamiento el que en el siglo XIX lo restauró e instaló en él el Museo Correr, que se sitúa actualmente actualmente en la zona de San Marcos. Hoy en día en este palacio se encuentra el Museo Cívico de Historia Natural de Venecia. El edificio posee dos plantas y la restauración intentó ser lo más fiel posible al aspecto que presentaba originalmente aunque se le añadieron dos torres a ambos lados. Los dos pisos presentan una galería de arcos y en su conjunto es de una gran belleza.
Otro de los palacios significativos es el Palacio Ca d´Oro. (la palabra Ca´ se utiliza para designar que pertenecía a una familia importante). Este palacio es un claro ejemplo del estilo gótico tardío veneciano, como muestran las tracerías del segundo y tercer piso en las ventanas en contraposición con el arco central de medio punto del piso inferior que anuncia ya nuevas formas arquitectónicas.
Su nombre se debe a que en un principio parte de su fachada estaba recubierta de oro enfatizando ciertos elementos con colores azul, negro y rojo, lo que aportaba a la fachada una rica policromía según ha quedado reflejado en algunos grabados antiguos. Desafortunadamente todo ello se perdió por el paso del tiempo y las restauraciones, en algunos casos no muy acertadas.
Los propietarios, los Contarini, se preocuparon de hacer una inmensa restauración del antiguo edificio existente y aunque la fachada es asimétrica sólo unificada por la crestería que la une en la parte superior del edificio, el conjunto es magnífico a pesar del contraste entre la parte izquierda y la derecha que presenta un muro con ventanas cuadradas y con arcos apuntados a ambos lados, fruto de las distintas remodelaciones llevadas a cabo por sus propietarios a lo largo de los años.
Giorgio Franchetti (1865-1922) adquirió el palacio en el siglo XIX: El edificio necesitó una importante restauración que llevó a cabo con empeño y utilizando materiales nobles tanto en el exterior como en el interior. El pavimento que cubre la planta baja está realizado con teselas y se asemeja al de la Basílica de San Marcos. El nuevo propietario, gran amante del arte y de la música, decidió darle un uso museístico para albergar las obras que había ido adquiriendo como coleccionista de arte. Así, hoy en día el Museo Franchetti presenta una colección permanente en la que se pueden admirar obras como San Sebastián de Andrea Mantegna (1431-1506) o La Venus del Espejo de Tiziano (circa 1490-1576) entre otras.
El Casino de Venecia se ubica en el palacio renacentista Vendramin Calergi que es utilizado en invierno, ya que en época estival se traslada al Lido, al sureste de la ciudad. Es uno de los edificios más emblemáticos de Venecia donde se celebran importantes eventos tanto en las espectaculares estancias interiores como en su bello jardín.

Un espacio del palacio está gestionado por la “Asociación Richard Wagner de Venecia”, ya que el compositor alemán, apasionado de la ciudad de los canales, vivió y murió en este palacio. Se realizan conferencias, tertulias, conciertos y otras actividades con el objeto de estudiar y difundir la obra de Wagner (1813-1883) , lo que supone un gran atractivo para los amantes de la música clásica.
La fachada del palacio es de corte renacentista y se ve enriquecida por elementos de la arquitectura veneciana con ventanas dobles con arcos y óculos en la parte superior e influencia toscana en las columnas, de tal modo que el edificio presenta una gran riqueza estética que se consigue uniendo todos estos componentes.
Uno de los más fascinantes museos venecianos se encuentra en el palacio barroco Palacio Rezzonico donde se expone una interesante colección del Settecento veneciano. Su arquitecto fue Baldassare Longhena (1598-1682) el mismo que realizó la iglesia Santa María de la Salud, también en Venecia y el encargo partía de la antigua noble familia Bon, quien no pudo terminar el proyecto tras la muerte del arquitecto siendo los nuevos propietarios la familia Rezzonico.
El palacio presenta una fachada barroca, no dividida en este caso en tres partes. e hileras de ventanas en los dos pisos superiores. Los elementos ornamentales producen un interesante juego entre luces y sombras. Destaca en uno de sus salones la Alegoría nucpcial de Gianbattista Tiépolo (1696-1770). En él vivieron personajes conocidos como el poeta Robert Browning (1812-1889) y el músico Cole Porter (1891-1964). El interior y la parte trasera del palacio con un bonito jardín, son de una extraordinaria belleza.

Venecia, con su historia, su misterio y esa atmósfera nostálgica y romántica que la impregnan, ha inspirado a lo largo de la historia a numerosos pintores y escritores, Canaletto (1697-1768) la inmortalizó en sus fantásticos lienzos, ejemplo de ellos El gran Canal desde el Palacio Balbi, Shakespeare en El Mercader de Venecia, Henry James en sus obras Cartas venecianas y Horas venecianas o en Las alas de la paloma y una gran lista de autores y viajeros que escribían sus diarios para los que Venecia fue fuente de inspiración. Probablemente una de las ciudades sobre las que más se ha escrito.
El embrujo y la atracción de esta ciudad no deja indiferente a nadie y como afirmó el poeta alemán Goethe, “…no puede compararse a ninguna otra.”
