
«Me revientan los que se venden al aplauso fácil de su rebaño y para engordar, de millones y de falta de escrúpulos, sus bancarias cuentas»
(1)
Dejar, de antemano, bien sentado
que toda expresión religiosa merece mi respeto,
aunque muy escasas veces mi devoción:
nunca sentí necesidad alguna de ello,
y hasta pienso que me habría estorbado
para llegar a creer veramente en Dios.
De suerte, pues, que lo que aquí me motiva
(2)
no es la forma que adopte una creencia,
sino el respeto que inspira o que emana de ella;
y, en el vivo sentimiento de un respeto tal,
se apoya todo cuanto seguidamente diré:
Si pudiera yo aparecer por TV3 alguna vez
-azar que se me antoja muy poco probable-,
(3)
habría de parecerme la cosa más divertida del mundo
coger por mi cuenta a los tres chimpancés catalufos
y, con el mayor desahogo, en sus bocas cagarme:
apuesto a que millones de andaluces y de charnegos
se descojonarían de risa con mi osado ‘desparrame’.
(4)
Con todo, reconozco que mi ‘gracia’ tal vez pudiera,
según sus propios gustos y exquisita sensibilidad,
resultarle, al trío de marras, antojo un tanto excesivo;
si bien no es menos cierto que su inopinado ‘gag’, conforme al gusto y
sensibilidad de otros muchos,
(5)
podría considerarse ‘capricho’ infinitamente más ofensivo.
Pero, al cabo, nada más que meras discordancias culturales
entre ‘lo genuinamente andaluz’… y la tan «assenyada catalanitat».
No querría, sin embargo, que los tres ‘cómicos’ de marras
(6)
se tomaran a modo de insulto o desafío estas humildes notas;
sino que responden, todas, al convencimiento de que no habría
otra forma de acallar, siquiera un ratito, sus diarreicas bocas.
Obviamente, seguirían escupiendo mierda por ellas;
(7)
pues, un hecho trivial, no cambia la naturaleza de ciertas personas.
Pero cualquier mierda me parecería harto más honrosa
que la que defecan sus pútridas bocas a todas horas.
Soy capaz de tolerar a quien se vende por un plato de lentejas;
(8)
pero me revientan los que se venden al aplauso fácil de su rebaño
y para engordar, de millones y de falta de escrúpulos, sus bancarias cuentas.
¿De verdad tan escasos de talento andáis,
tan cortitos de ideas mínimamente decorosas,
(9)
que ciegos e inválidos de empatía por el mundo vais,
como monos sonámbulos, como tres tristes idiotas?
¡Cuán pobres sois, entonces,
con todos vuestros millones!
¡Cuán faltos de sentido ético y de principios,
con todo vuestro rancio y patético separatismo!
(10)
Permitidme, pues, que hasta yo,
que tan pocas veces la suerte vi de cerca,
de vuestras ‘suertudas vidas’
aquí y ahora me compadezca:
¿Qué otra cosa podría hacer, si no?