
«Amador se pasó media vida construyendo carros. Esos artefactos que gracias a la tracción animal permitieron el transporte durante siglos»
Esta mañana pasé junto a la casa que fue hogar de Amador durante gran parte de su vida. Le conocí cuando yo todavía era un mozo imberbe y él andaba dando patadas a las piedras tras haberse cerrado el taller de carpintería en el que había trabajado los últimos años.
No era mal tipo. Uno más, del montón. Estatura media, rostro pálido y afable, pelo ralo, y un andar un tanto curioso.
Olía a madera, a resina, a cola de carpintero, a barniz, a esencia de trementina y a aceite de linaza.
Falleció hace ya tres o cuatro años. El tiempo vuela y pierdo la perspectiva, todo empieza a parecerme muy cercano. Se pasó media vida construyendo carros. Carros, sí, esos artefactos que gracias a la tracción animal permitieron el transporte de todo tipo de productos y mercaderías durante muchos siglos, y alguna carreta.
El carro tiene laterales cerrados y la carreta los tiene abiertos.
Los carros que construía o fabricaba o hacía, como ustedes prefieran decir, eran de ruedas de radios, porque carros también los había de ruedas macizas.
En una ocasión le pedí que hiciera el favor de realizarme un pequeño trabajo de carpintería. Me costó bastantes ruegos pero al final accedió. Ya estaba cansado de agarrar formones, cepillos y gubias, y además no le gustaba tener que desplazarse. Poseía un Renault 6 de color rojo o más bien burdeos, bien cuidado y que debí haberle comprado para ahora poder pasearme subido a él, por delante de la patulea política que está empeñada en desterrar de nuestras vidas el motor de combustión interna. El coche iba de lujo y gastaba menos que un mechero.
Mientras perfilaba un tablero de madera de roble, para la labor que le había encargado, le iba preguntado cosas. A cada pregunta, una pausa, un descanso, un conversar calmado.
«Amador me enseñó los nombres de sus distintas partes»
Desde siempre me han gustado los carros, incluso llegué a restaurar dos. Amador me enseñó los nombres de sus distintas partes: la Cama o tablero que constituía el suelo del carro y se formaba con vigas o Aimones, viguetas o Aimoncillos y tableros o Soleras, ; la Caja o tableros laterales; la Lanza o Varas, pértiga o varales que permitían el tiro; el Tentemozo, o palo sobre el que se calzaba la lanza; el Dentejón, o pieza de por debajo de la punta de la lanza para que al apoyar en el suelo, la lanza no lo toque; el Reculador, la pieza que va sobre la lanza antes del extremo, para sujetar el yugo; las ruedas, con sus partes, Cubo, Bocín, Buje, Chaveta o Sotroz, Maza, Radios, Arco, Eje, Bosquejos, Pina.
Los tableros se componían de Tendal, Costillas, Indiestros, Pletinas, Espigas. Había además unas piezas de hierro sobre los Indiestros, los Sobreindiestros, que funcionaban como asideros o agarraderas.
Los carros normalmente se realizaban con negrillo o fresno. El negrillo es el tristemente desaparecido Olmo, que en otros tiempos se veía por campos y veredas.
Amador no llegó a construir ningún carro de Tadonchos o Pértiga Hendida, típicos de zonas del norte, aunque tuvo un compañero que le enseñó a hacerlo, pues había trabajado en varios talleres de la Castilla más fría.
En mi tierra, los carros de varas solían utilizarse para tiro de caballería y los de Pértiga o Lanza, para vacas o bueyes. Algún día les hablaré de las colleras y yugos, espero.
«Los carros no pasaban por todas partes, en su defecto, el transporte se realizaba a lomos de Recuas de caballerías»
Los carros que se utilizaban para el transporte de mercancías eran conducidos por los Carreteros. Los carros eran caros y no pasaban por todas partes, en su defecto, el transporte se realizaba a lomos de Recuas de caballerías que eran conducidas por los Arrieros.
Vidas de un trajín permanente y esforzado que recorrían sendas, veredas y caminos permitiendo la comunicación y el comercio entre las gentes.
Si los animales conocían el camino, la distancia era larga y dentro había sitio, el conductor podía echarse a dormir sobre la Cama.
De chico llegué a ver usar algunos carros. Cargados de Haces de Mies en el verano, de camino a la Era, para la Trilla. Cargados de paja a bulto, de camino para el Pajar o el Almiar, y de costales de grano o legumbre para la Panera o el Sobrado. Costales de ochenta kilos, más largos que un día sin pan y pesados como un marrano que se suelta a la bellota. Pobres espaldas y hombros.
A Amador los hijos le salieron resabiados. Cosa normal siendo media docena y en casa pobre, porque en estos casos, o eres espabilado o la vida te aviva, y esas lecciones escuecen bastante. Alguno se metió en malos líos y le quitó mucho sueño a su padre, pero éste siempre se mantuvo firme junto a ellos, y creo que en eso no hizo bien, aunque sólo el que lo lleva en suerte sabe de cierto cómo se pasa.
Antes solía pensar en cómo alguien pudo idear a partir de la nada, sin conocimientos, tantas cosas, tantos artilugios, como la rueda, uno de los mayores descubrimientos de la Humanidad.
Inventos sencillos, simples, a nuestros ojos, que tardaron miles de años en hacerse realidad y que supusieron una innovación tecnológica colosal, única.
«Amador empezó a trabajar como aprendiz de carpintero tan pronto como fue capaz de sumar y restar»
Amador empezó a trabajar como aprendiz de carpintero tan pronto como fue capaz de sumar y restar. Empezó barriendo las Virutas y el Serrín. Descortezando y Desbastando los troncos con la Azuela, Acarreando la madera.
En aquellos tiempos les tocaba Talar y Aserrar los troncos a mano, con Destral y con Sierra. Las Sierras las había de Tronzar, de Costilla, de Escuadra, y además de Diente fino, de Marco (con tensor de cuerda), de Calar, Segueta.
Luego aprendió a cepillar con el Cepillo de Desbastar, con la Garlopa, con el Cepillo de Rebajar, con el de Contrafibra, el de Afinar, el Combinado. Templó el pulso con el Escoplo, los Formones de Vaciar y de Biselar y las Gubias. Manejó los Gramiles y el Marcador, el Berbiquí y los Buriles. El martillo de Carpintero, de Ebanista, de Cuña y la Maza.
Gatos, Sargentos y Tornillo de apriete.
Escuadra de Ingletes y de Tacón o Cartabón, Bisel móvil o Falsa Escuadra, y Lapicero.
Siempre me gustaron esos lápices de color rojo, anchos, aplanados, que se afilaban con un formón o una navaja. Menudo invento el lápiz. ¿Alguna vez se han parado a pensar en cómo alguien ingenió el lápiz?
Aún utilizo esos lápices de carpintero.
«Se pierden los oficios y se pierde el vocabulario como muchas de las raras palabras que he citado. Se pierden el saber y el buen hacer»
Durante siglos el aprendizaje se hizo de Maestro a Aprendiz, a base de mucho trabajo y buen hacer. Se entraba de niño en el taller y se salía de él tras toda una vida. El oficio del Artesano se transmitía de unos a otros, se enseñaba, se apoyaba y se encumbraba.
A Amador también le enseñaron a dibujar y pintar. Los carros se decoraban y ornaban, muchas veces por verdaderos artistas del pincel. Motivos florales, campestres, religiosos, pintorescos.
Los carros se Engalanaban para Procesionar y Festejar con cintas, ramos, flores y espigas.
Espero haber despertado la curiosidad en algún lector y que haya acudido al diccionario a interesarse por el significado de alguna de las ahora raras palabras que he citado.
Se pierden los oficios y se pierde el vocabulario. Se pierden el saber y el buen hacer.