Esta mañana he asistido a la tertulia de la churrería de la calle Cervantes. Cinco vecinos al calor de las sartenes. El tema de precalentamiento: la dificultad para aparcar en el Barrio de las Letras, el mafioseo que impone la carga y descarga del avituallameinto «comerical» y el olvido del ayuntamiento hacia los vecinos… Lo desunidos que estamos y, como no, alguna guinda contra los políticos por el «Garaje Particular» que se están construyendo debajo de la Carrera de San Jerónimo a costa de todos. En realidad nada: Puro estiramiento verbal. Unas cuantas flexiones ideológicas antes del partido que justo comienza cuando me toca pedir.
– «Docena y media de churritos y cuatro porras.»
– «Docena y media… ¿ Qué son dieciséis o dieciocho?»
– «Hombre Gerardo, eso no ha cambiado, dieciocho.»
– «No, si ya… Lo decía por si Zapatero ha cambiado algo esta misma noche, que yo llevo trabajando desde las cinco y hoy no he puesto la radio. Y es que no me fío, aunque ahora, por fin, estoy seguro que nadie me llamará facha cuando en los bares diga en voz alta: Qué vergüenza me da este Zapatero.»
Y Gerardo, el churrero, con su delicado humor negro calienta la tertulia al nivel de sus fogones: En diez minutos pasamos de la Bolsa a las Pensiones y los Funcionarios. En esta semana comenzarán a aparecer chistes a costa de nuestro Presidente que por su incompetencia al menos ha conseguido convertirse en el eje de todas las conversaciones. ¿hasta cuándo?
En la tertulia olvidásteis que «zapatero» rima con «filibustero» y que, no tardando, ser el eje de todas las conversaciones le servirá precisamente para afianzarse en el engaño.
Creo que a vuestra reunión le faltó concluir cantando a los «parias de la tierra».
Un cordial saludo.
Hablando de churros no podía faltar el churrero mayor del reino, José Luís Rodríguez Zapatero…
Confieso, querido Manolo, que el tema Zapa me interesa poco; algo, sí, a la fuerza, pero poco. Aburre como tema. Lo que me interesa es la tertulia que apuntas y de la que hubiera degustado más detalles. El cronista urgente de barrio, del barrio de las musas, que se toma un chocolate con churros/porras mientras tertulea y sube con premura a casa para caligrafiar unas notas. Un milagro de Internet, que valoro en lo que merece. Sigue deleitándonos con una prosa que capta el ritmo de lo cotidiano, de la vida que bulle. De la vida.