«Es matemático: en cuanto el PSOE sale del Gobierno, las calles se calientan y ese magma que bulle a su siniestra se despereza de la siesta para salvarnos del capitalismo. Sindicalistas, «indignados», actores cejijuntos, amigos de Garzón, feministas a tiempo completo y pacifistas a tiempo parcial, intelectuales orgánicos, coros y danzas mediáticos, «okupas», antiglobalizadores, asociaciones y ONG en espera de subvención, nacionalistas radicales y neocomunistas han empezado acalentar por la banda con hambre atrasada. Reducidos a la irrelevancia parlamentaria por la mayoría absoluta de Rajoy, quieren ganar en la calle incendiada lo que de forma democrática pierden en el Congreso. Si Rubalcaba fuera consecuente con su promesa de ejercer una oposición útil y constructiva, debería mantener las distancias con esas amistades peligrosas, pero es muy improbable. El PSOE ha sido arrojado por los ciudadanos al extrarradio del poder, no tiene vara de mando en casi ningún ayuntamiento relevante, ha sido laminado en todas las autonomías. En esta situación de ruina y derribo, Rubalcaba se agarra como un náugrafo a la tabla de los sindicatos y no tardará en enarbolar la bandera laboral para convocar a todas las tribus de la izquierdona asilvestrada. Si el «No a la guerra» galvanizó la oposición a Aznar, el «No a la reforma laboral» será el grito de guerra contra Rajoy. Su objetivo suplantar la ley del Parlamento por la ley de la calle».
J.A. Gundin