Se omitió entonces ante el enorme peso de la gravedad de la catástrofe, y se olvida hoy, que el Prestige con sus mas de 70.000 toneladas de carga se dirigía desde Letonia a Gibraltar para servir de gasolinera flotante, el llamado “bunkering” porque allí, en la colonia británica, nadie obliga a cumplir la normativa europea.
Hoy, hace trece años que a las ocho de la mañana el Prestige se hundió después de partir en dos su monocasco de 243 metros de eslora. TVE lo emitió en directo y yo vi la imagen en un bar del puerto de pescadores de Caamariñas entre los comentarios de los parroquianos gallegos preocupados por sus oficios del mar y la tragedia, boquiabiertos ante la amenaza del desastre.
El 19 de noviembre de 2002 era martes y recuerdo mi madrugón y desayuno en aquella taberna repleta de cofrades del mar. Callados, hipnotizados por la imagen de una proa y una popa inclinándose para siempre al abismo azul, lejos de su costa de la muerte, después de cinco días de temporal con olas de hasta 12 metros.
Coincide el aniversario con la preocupación europea por la guerra declarada por los terroristas del DAESH y el olvido nuestro, de los españoles, por los hechos serios y el dislate nacional: Hoy, por ejemplo el Memorandum del 11 M en Atocha aparece abandonado y muchos jóvenes en las televisiones comentan que no saben que pasó en aquel terrible día. Y de las barbaridades judiciales, políticas, ecológicas y cómo no, económicas y personales del desastre ecológico que causó el Prestige todavía hará falta escribir mas de una centena de cuartillas.
Como periodista de Informe Semanal había llegado a Vigo la semana anterior para rematar los sólidos contactos, de varios años de duración, con el Servicio de Vigilancia Aduanera por los que por primera vez en la historia, tanto de la Televisión Pública española como del Ministerio de Economía, se iba a producir la autorización para realizar un reportaje sobre una de las labores mas arriesgadas y desconocidas que realizan los funcionarios armados del SVA español a bordo de su barco nodriza, el Petrel, en la lucha internacional contra el narcotráfico.
Los españoles informados de hace trece años habíamos oído hablar de las persecuciones en planeadoras a ochenta millas por hora en las aguas de Cambados entre los hombres de Sito Miñanco o Oubiña y los funcionarios del SVA. Conocíamos gracias a ese gran periodista que era Arturo Pérez Reverte antes de convertirse en escrtor y académico, la labor abnegada de los funcionarios del Servicio de Vigilancia Aduanera en Algeciras, La Línea, Tarifa o Barbate persiguiendo a los trapichas del hachís. Pero, en realidad, sabíamos nada, acerca de la colaboración de un ramillete de funcionarios abnegados con la DEA, la INTERPOL y las mas importantes agencias de información de Occidente en su lucha anónima contra el narcotráfico mundial.
Hoy trece años después y con la tercera guerra mundial muy cerca de nuestras calles qué lejano parece ese Nunca Mais político que a la postre ha perjudicado las indemnizaciones que los españoles merecíamos por el desastre del Prestige.
¿Por la paz de quién?