Ya ocurrió al final del verano con el drama de los refugiados que todavía publicita la comunista Carmena en la fachada del ayuntamiento de Madrid. Una propaganda aireada por el señor Pablo Iglesias en las redes sociales con un hashtag para el mundo del pajarito en el que los podemitas se mueven como pececillos en el agua: “No nos hace falta más indignación con la crisis humanitaria que vive Europa, hacen falta soluciones #PodemosAcoge“.
Coincidió la campaña publicitaria, quizás casualidad, no lo creo, con las declaraciones de Compromís en Valencia en las que la señora Oltra ponía a disposición del drama lo que hiciera falta. Habló no lo olviden, con una compañía naviera para fletar un barco antes de comunicar con el ministerio del Interior. Barcelona, Madrid y Cádiz se convirtieron en las nuevas y progres ciudades de acogida de refugiados. De boquilla, con titulares y declaraciones pomposas llenas de palabras bellas y solidarias sin asumir su falta de competencia institucional.
Y en este tsunami populista, nivel diez, con insuperables espumaradas de indignación y demagogia, los grandes gurús del periodismo mediático se contentaron con surfear sobre las olas del gran debate teórico sobre la ética profesional centrados en la imagen del niño sirio ahogado en la playa.
No lo olviden, porque la estrategia de propaganda política, en estos días de incertidumbre que vivimos tras el atentado terrorista que sufrió París el 13 N, viene amplificada con el exitoso lema del «no a la guerra» y obvian que el estado francés ha declarado oficialmente la guerra que ya sufre el país.
Hoy por ejemplo el joven podemita con responsabilidad de europarlamentario, el tal Urbán, es noticia por unas declaraciones, nivel ladrido, acerca de los terroristas del DAESH con las que ha conseguido que casi todo el mundo hable de él. El mismo que con el drama de los refugiados se paseó a costa de la Sexta, entre Macedonia y Grecia, con un cámara de televisión en busca de la muerte en directo y así tratar de apuntillar el capitalismo asesino que representa la vieja Europa.
Populismo descarnado de gran presupuesto humanitario, el de estas izquierdas y sus pomposas declaraciones que tanto gustan a los indignados, que a partir de hoy ofrecen su especial ensalada de la casa aliñada con mentiras, medias verdades y demagogia a chorros, unas hojas de Aznar, la guerra, el trío de las Azores, los empresarios de las armas y unas gotas ácidas de nuestro 11M caramelizadas con ese viejo eco de la alianza de las civilizaciones, la importancia del diálogo y la superior ética del cocinero jefe.
Qué con su pan subvencionado se lo coman. Nadie quiere la guerra pero HAY QUE SER NECIOS para no entender que YA nos la han declarado y no será el fin.