
Hoy amanece de nuevo. El sol sale por el este y se pondrá por el Oeste. Como dijo Pearl S. Buk en su novela “Viento del este, viento del oeste” éste siempre sopla, de un lado o del otro. Alrededor la gente vive, crece, se multiplica y muere en el centro vital de la familia. Esto es así desde siempre, desde antes de que el simio, fuera menos simio y más humano. Antes de ser humanos no éramos conscientes de esto, ahora sí, pero da igual nada ha cambiado. Solo algunos, unos pocos, discurren acerca del ¿por qué?
Y para alivio de mentes atosigadas, puede ser tan liberador como que no haya un porqué. A qué esperar al mañana cuando la vida es sólo el tiempo presente, el instante mismo, la transición entre el pulsar de una tecla y la siguiente. Ni siquiera eso, mucho más breve aún. No se mueve el tiempo cambia el espacio, que a la vez es un único componente de lo mismo. El movimiento del espacio cambia el tiempo y parece hacerlo existir pero no, no existe aislado. Formamos parte de él como materia del espacio que somos y no podemos ser conscientes de las modificaciones.
Sólo podemos observar desde la distancia los cambios que produjo ese espacio en un momento dado como fotografías sucesivas y estáticas. Nos quejamos de que los gobiernos influyen en nuestra vida y es verdad, pero sólo de manera indirecta. La vida, la nuestra, la importante, el día a día, el sacarse las castañas del fuego, el vivir, el conseguir metas, no nos lo dará un gobierno, una forma de estado o cualquier otra circunstancia. Somos siempre lo mismo bajo cualquier estado si tenemos capacidad de movernos en libertad. Si nos niegan eso entonces sí ha lugar la protesta.
“Por eso resulta tan necesario para algunas políticas acabar con el único núcleo que no pueden manipular, la familia, porque sus lazos no sólo son sociales, son mucho más, son genéticos”
Nada salvo nosotros mismos y nuestra continuidad genética es importante en el devenir de los grupos sociales, porque sólo existen como subproductos de la evolución social y no como base imprescindible de la continuidad de los individuos. Esa base solo es la selección genética individual que haga el ambiente, llámense circunstancias, en cada momento. Esa selección depende muchas veces, no de la capacidad, si no del azar absoluto. A veces las mutaciones cambian el rumbo evolutivo de unos pocos individuos, a lo mejor de un número muy pequeño. ¿Para que hemos de preocuparnos por las circunstancias que nos rodean si en definitiva no tenemos ninguna capacidad de cambiarlas de manera global? y si las cambiamos en una base personal, por Estrategia Evolutiva Estable volverán a su misma configuración.
Cualquier acción o inacción deja de tener sentido. Sólo lo tiene cuando lo que está en riesgo es la supervivencia propia, por ejemplo en situaciones como las de países que imponen el totalitarismo con violencia. Ahí el ser vivo, sus genes dicen: si hay que morir muero por salvar a mis vástagos, portadores de mi mitad genética. Por eso resulta tan necesario para algunas políticas acabar con el único núcleo que no pueden manipular, la familia, porque sus lazos no sólo son sociales, son mucho más, son genéticos. Todo lo demás carece de importancia.