
«Saludo a un amigo: Mariano José de Larra, un testigo que se bajó en marcha de la vida impulsado por la ultima decepción»
Para la gente afín no hay distancia, ni el tiempo importa. Los testigos se reconocen hasta pasadas las centurias. Desde el mediocre siglo XXI, Edén de tontos y festival de chorizos, mafiosos, presidentes sin presidencia, candidatos sin candidatura y condes sin condadura ni cebada para la mula, saludo a un amigo: Mariano José de Larra, un testigo que se bajó en marcha de la vida impulsado por la ultima decepción.
La responsabilidad se la llevó Dolores Armijo, como la que se lleva el ultimo boleto de lotería que queda. Pero quien haya leído los dimes y diretes de “Fígaro”, “El Duende”, “Andrés Niporesas”, conoce que Larra pertenecía al grupo de los testigos menos afortunados de todos: aquellos que sienten en su corazón, que se espantan y que se decepcionan de lo que ven, cuando su única función consiste en el mirar y transmitir.
No hay nada peor para un testigo que somatizar los sinsabores que suceden a su alrededor. Es lo mismo que si un cirujano se fuera a casa cada noche llorando por los pacientes a los cuales ha extraído durante el día tumores, trozos de intestino o traumas variados y terminara destruido pensando que eso es la vida y que no hay solución.
No la hay, pero es muy peligroso dejarse llevar por la droga de la desesperación existencial por un mundo que, a lo mejor, no merece ni un segundo de esta macabra inclinación de algunos a sufrirlo en sus vísceras. Cuando alguien está desesperado, un tonto más puede ser el gatillo que desencadene la tragedia.
Desde su pilar enfrente de la Catedral de la Almudena, el busto de Mariano José de Larra mira hacia un lado de forma displicente como si no tuviera ganas de ver más cosas. Pero está condenado y la rueda de las historias que vuelven una y otra vez, gira a sus pies.
Me gustaría saber que diría su Pobrecito Hablador acerca de ese hervidero de sapos y culebras que es la política en las “Batuecas” actuales. Y qué opinaría del dirigente de un partido político, por ejemplo, Podemos, que decidiera cambiar su persona en los carteles por tres mujeres con fondo morado que nos miran con sonrisas torcidas diciendo que ahora se llaman “Unidas Podemos”.
Y querría saber qué pensaría de la coalición preelectoral de abuela y nene en cientos de carteles con fondo angelicalmente blanco pegados en calles donde no se ve ninguno de otros partidos. ¿Sera por que mi barrio dicen que ha sido siempre un barrio obrero y ahí sí que pueden?
¿Y que le parecerían el affaire Sánchez, el asunto casoplón, los desfiles feminazi, las elecciones sospechosas, las manipulaciones evidentes, las subidas arbitrarias de impuestos, el asunto okupas, los desenterramientos de muertos históricos, que, a algunos, parece que el jugar con sepulcros y momias les da gustito?
Que antiguamente los mandatarios se ponían solos, pero ahora, los expoliadores son elegidos por el pueblo. ¡Manda narices!
− ¡No Mariano, no! ¡Otra vez no! ¡Contente que estas ya muerto!
¿Quién ha dejado tan cerca esa pistola?
Estoico no era este periodista…el estoicismo es una filosofía vital que permite aceptar cualquier cosa sin ser indiferente.