
Con mi respeto y admiración a Don Guillermo Fatás Cabeza y a mi antiguo profesor Col. Don Rafael Girona Olmos.
Vivimos momentos de tergiversación y perversión de nuestra historia, de ese camino común secular emprendido hace centurias. Se están inventando, por poner un ejemplo una civilización islámica, en España, que no existió jamás, aunque dejara su impronta que ha dado personalidad a la cultura española.
Se nos ha olvidado que España era una civilización, que era un país independiente, que llevaba dos siglos de independencia absoluta, que llevaba siete siglos, casi ocho, en buena parte de la península, de civilización romana, y siete siglos de civilización cristiana cuando los musulmanes la invaden. Por la fuerza la conquistan, la masacran y trabajosamente, poco a poco, los españoles, que ya tenían conciencia de lo que eran, y que eran así llamados desde fuera de la península ibérica y desde la Santa Sede, árbitro en la política internacional europea de aquel tiempo, recuperan la tierra perdida, y es el único gran país que no solamente recupera su condición romana, cristiana, occidental, sino que luego se lanza al descubrimiento, poblamiento y asentamiento de América y lleva la religión cristiana al continente americano, que pasa de ser el extremo de oriente a ser el extremo de occidente. Lamentablemente se están inventando una civilización islámica que no ha existido en un fenómeno etnogenésico como el que están llevando a cabo los nacionalismos disgregadores.
Ello no significa negar la huella de la Esbania islámica, parte del legado que pasó a formar parte de nuestra cultura, pero de forma particular y diferente al resto del islám. No olvidemos al español Averroes (m.1198), Abu-l-Walid Muhammad Ibn Rusd, filósofo, médico, y astrónomo así como experto en derecho islámico, quien denunció, y fue proscrito por ello, algo vigente en la actualidad y es el trato a la mujer “reduciéndola al estado de servidumbre que ha destruido en ella la facultad de la grandes cosas,… transcurriendo su vida como la de las plantas…”
España se consolidó en torno a valores que tienen casi 2.000 años de antigüedad. España es romana y cristiana casi desde el siglo II y es como acabamos de decir la única gran nación que expulsó de su tierra al islam invasor. Incluso, más tarde, con un imperio español agotado, cuando llega Napoleón, la nación, por principio, da la vida y se enfrenta al primer ejército del mundo y le vence. Era gente que creía que la familia es más importante que la política, algo que hoy ya apenas existe.

«El compromiso de Caspe fue un pacto establecido en el año 1412 por representantes de los reinos de Aragón, Valencia y del principado de Cataluña para elegir un nuevo rey»
Ya ha pasado 2012, aniversario también de la batalla de las Navas de Tolosa (1212-2012) y en este momento de aguda crisis moral y económica debemos recordar que hay momentos en la vida de los pueblos en los que determinados acontecimientos, algunos de ellos inesperados, varían por completo el rumbo de la Historia y sientan las bases para lo que será el futuro. Es lo que podemos considerar con respecto a nuestra España y aquello que aconteció el 24 de junio de 1412 ya que como consecuencia de lo entonces sucedido se inicia el asentamiento básico de la unidad nacional.
El compromiso de Caspe fue un pacto establecido en el año 1412 por representantes de los reinos de Aragón, Valencia y del principado de Cataluña para elegir un nuevo rey ante la muerte sin descendencia en 1410 de Martín I de Aragón, sin nombrar un sucesor aceptado. Supuso la entronización de Fernando de Trastámara y con él de la dinastía Trastámara en la Corona de Aragón.
Con la muerte del rey Martín I el Humano, el 31 de Mayo de 1410 sin descendencia legítima y sin nombrar sucesor al trono, la Corona quedó entregada a la disputa, pues su único hijo y heredero, Martín el Joven, había muerto el 25 de Julio de 1409.
El 25 de julio de 1409 fallece Martín el Joven, único hijo del rey Martín I, por lo que contrajo un nuevo matrimonio con Margarita de Prades con la esperanza de concebir un hijo que asegurara la línea sucesoria.

«Al surgir hasta seis pretendientes al trono vacante, se podría desembocar en una guerra civil que acabara con la Corona de Aragón»
El fracaso que supuso la no concepción de un nuevo heredero llevó a Martín I a pensar en reconocer a Fadrique de Luna, un hijo ilegítimo de Martín el Joven, como su sucesor, pero la falta de apoyos le hizo desistir de esta posibilidad. Ante esta coyuntura nombró a Jaime II de Urgel procurador y gobernador general. Este nombramiento fue rechazado por la Diputación de la Generalidad de Aragón y por el arzobispo de Zaragoza García Fernández de Heredia, al considerarlo como un reconocimiento a su virtual condición de heredero a la corona. Ante el rechazo generado, Martín I revocó el nombramiento.
El 31 de mayo de 1410, fallecía Martín I sin descendencia legítima y sin nombrar sucesor al trono. Durante sus últimas horas de agonía el rey fue visitado en su lecho de muerte por el consejero de Barcelona Ferrer de Gualbes, el cual le dirigió unas palabras que al final le fueron repetidas en forma de pregunta: «Senyor, plau-vos que la successió dels dits vostres regnes e terres, après obte vostre, pervinga a aquell que, per justícia, deurà prevenir, e que’n sia feta carta pública?» (¿Señor, le place a usted que la sucesión de los dichos reinos y tierras, después de su muerte, sean heredados por aquél que, por justicia, deba, y que se haga carta pública?). A la cual el rey Martín, ya moribundo, solo fue capaz de responder «Hoc!» (Si!). Esto provocó una peligrosa situación, ya que, al surgir hasta seis pretendientes al trono vacante, se podría desembocar en una guerra civil que acabara con la Corona de Aragón.

Seis eran los candidatos y aspirantes con derechos a la Corona de Aragón:
– Fadrique de Luna, conde de Luna, hijo bastardo de Martín el Joven (Martín I de Sicilia), legitimado después por Benedicto XIII.
– Jaime II de Urgel, conde de Urgel, hijo de Pedro, nieto de Jaime y bisnieto de Alfonso IV de Aragón, esposo, además de Isabel, hija de Pedro el Ceremonioso y de Sibila de Fortiá, su cuarta mujer.
– Alfonso de Aragón y Foix, conde de Denia, y Ribagorza, marqués de Villena y duque de Gandía, nieto, por línea masculina, de Jaime II de Aragón. Murió poco antes de la reunión de Caspe y fue reemplazado por su hermano Juan de Prades.
– Luis de Anjou, duque de Calabria, nieto, por su madre Violante, de Juan I de Aragón.
– Juan de Prades, conde de Prades, hermano de Alfonso, el duque de Gandía.
– Fernando de Trastámara, el de Antequera, infante de Castilla, nieto, por su madre Leonor la regente de Castilla, de Pedro IV de Aragón.