«En los últimos años el honor no está de moda. Somos testigos día a día de la falta de honorabilidad de nuestros dirigentes, por ejemplo»
Honor es una palabra de fuste. De las más enjundiosas del diccionario. Pero ha sufrido demasiado por la incoherencia de los pocos que la recuerdan y de quienes la han seleccionado para justificar la miseria moral de creencias diabólicas.
Porque todo aquel instrumento que se tergiverse y utilice para el mal, acaba convirtiéndose en diabólico, aunque su naturaleza fuera en esencia prístina. El alma es impoluta, la traducción inmoral deviene en asunto del traductor.
¿Tendrá algún significado que cuando escribes la palabra Honor en Google aparezca únicamente en primerísimo lugar una marca oriental de smartphones, móviles y tecnología?
Después del susto intentas puntualizar añadiendo la palabra “diccionario” y entonces, con displicencia digital, ya te ofrece el buscador no una esencia sino un significado idiomático que muestra sin querer la carga de la palabra en cuestión.
El Honor estuvo muy presente en las gentes de tiempos pasados. Grandes cosas se hicieron por Honor y muchas conciencias fueron formadas a base de respetar este concepto que significa entre otras cosas elevadas: “el cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”.
Es una virtud que produce Gloria, reputación por méritos y “acciones heroicas” ganadas por el personaje en cuestión.
Descartemos inmediatamente a la “posesión” disfrazada de honor de algunas religiones, donde el precio de este concepto mal utilizado ha procurado y sigue haciéndolo, la muerte de muchos inocentes, especialmente mujeres, para que vamos a ocultarlo, lo que es, es lo que es y no otra cosa.
El Honor es recibido, aprendido y al ser hermano de la Dignidad, a veces alguno lo luce como don innato. En los últimos años esta cualidad no está de moda. Somos testigos día a día de la falta de honorabilidad de nuestros dirigentes, por ejemplo.
La mediocridad ha escrito un manual y una de las primeras leyes es denostar lo mejor en cuanto a valores, méritos y cualidades de cualquiera que muestre cierta superioridad moral sobre la multitud.
Se lleva la adoración de la medianía. No se admite como mérito más que la debilidad humana inventándonos la “humanidad” bajuna de los héroes, reales o ficticios, en todos los niveles.
Se esfuerza la chusma dirigente en cercenar de la historia a todos aquellos personajes que fueron un día ejemplo además de artífices de una Historia digna y admirable. Se borra la Historia. Se tergiversa. Se lucha por mostrar el trasero y no el rostro de personajes históricos para demostrar que eran en realidad gente indigna y mediocre. Últimamente, gracias a peliculillas y series, es el Cid Campeador, por ejemplo, quien ha sido puesto en la picota.
Se borran nombres de calles intentando ahogar en el río del olvido a personas que, en su tiempo, cumplieron con el Honor de hacer cosas para su mundo o su país que es el nuestro.
Todo para esconder bajo la alfombra cualidades que no interesan, como inteligencia, valía, amor al prójimo, valentía, nobleza, capacidad, etc.- y con ello, además, disimular la deprimente vulgaridad, carencia de méritos y todos los antivalores que son ahora bandera de muchos.
También, para seguir intentando uniformizar a las masas haciéndoles creer que es imposible ser otra cosa que peón de un rebaño gris sin héroes y sin ideales.
El conocimiento de que exista la posibilidad de ser alguien y de que se pueden poseer o adquirir medios para sobresalir con todo el derecho y ser admirado, querido o respetado no entra en el manual del mundo mediocre; por lo tanto, nada de pautas y ejemplos.
Caen las estatuas en todo el mundo para procurar el olvido de la masa acerca de la posibilidad de que se olvide que no es verdad que seamos todos iguales, que existen seres que, por sus méritos, hacen cosas por los semejantes y que merecen respeto, honor y agradecimiento.
Sería imposible con Honor, mantener a la mayoría de nuestra actualidad política, mediática, artística, si no fuera por la lucha que ejerce la poquedad para sacar a flote lo peor y aparentar que ese tipo que canta lo de que le chupe la minga una tal dominga porque viene de Francia (Echenique) o esas extrañas bestias que se arrastran por las calles haciendo como que son mujeres normales amenazando a los hombres o esa “ cascajosidad” gubernamental aliada con lo más bajo de la sociedad para poder sustraer el gobierno de un país y sentarse en un sillón inmerecido no ganado más que a través de la infamia, son lo deseable y lo mejor que el mundo puede ofrecer.
Nací en Madrid. Y como a casi todos los madrileños, todo el mundo me parece cercano y de casa: es el carácter de la ciudad. Esto me ha ayudado después para congeniar con toda clase de personas en los diferentes sitios donde viví. Soy curiosa, inquieta, autodidacta y un pelín dispersa, precisamente por que me siento atraída por muchísimas cosas, escribir es una de ellas. Lo hago al golpe de víscera, según el momento y me faltan algunas vidas para alcanzar a Cervantes o alguno de los inmortales.
Soy la primera sorprendida por que observo como últimamente me meto en berenjenales de opinión acerca de asuntos políticos, cuando en realidad, la Política, me importó un bledo toda la vida.
Puede ser sentido común herido o un amor recién descubierto por España y su unidad. No milite, milito o militare en nada. Pero estoy de parte de la razón y el sentido común.
Defenderé a cualquier gobierno que me facilite la vida y reprochare sin pausa a quienes me la incomoden.
La Libertad es para mi la única joya a lucir, la lógica una herramienta y creo que sin pasión por algo, poco se puede conseguir.
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