
«Atruena en mi memoria la última manipulación de TVE y al igual que pasa con esas malditas canciones que no te las puedes sacar de la cabeza, la infamia periodística me indigesta los pensamientos»
Atruena en mi memoria la última manipulación de TVE y al igual que pasa con esas malditas canciones que no te las puedes sacar de la cabeza, la infamia periodística me indigesta los pensamientos. No hay derecho, pienso. Además que para mayor pecado al oficio, los nuevos y sectarios responsables olvidan las enseñanzas sobre el arte de la manipulación política que impartió con maestría María Antonia Iglesias, los vestiditos de negro tienen la desfachatez de no reconocer que están liquidando la empresa por falta de audiencia. Y es que no hay nada más claro que las cifras sin cocinar. La realidad de las sumas y las restas simples. Y lo recuerdo al meter la pata y complicarme la vida en el mostrador de Ultramarinos de Felipe. Le he dicho que me diera mitad y cuarto de migas de atún escabechado y al pesarme unos cuatrocientos gramos rectifico mi error y le digo, sin metáforas ni prosopopeyas o justificaciones éticas, que necesito setecientos cincuenta gramos.
Los índices de audiencia de TVE, que cada día se superan a la baja en una precipitada tendencia hacia la muerte, demuestran además de una mala gestión el abandono del importante concepto del prestigio de marca. Olvidan en definitiva, la importancia del liderazgo que los socialistas obviaron en TVE con su política del ERE y la sectaria política de Zapatero que consumó la fechoría ideológica, y abjuró de la esencia de los conceptos desde aquel día que el líder dijo aquello del país discutido y discutible y sus sectarios con el bolsillo lleno, y de «motu propio», perdieron la ética social que les reclama su oficio en beneficio de la suya propia. Renegaron del periodismo por su particular interés superior y, en definitiva, ignoraron que una cosa es la audiencia, y otra muy diferente, y mas importante para una auténtica televisión pública, el ser referente de la sociedad que le paga. Una premisa de libro, pero obviada por esa progresía triunfante de premios pagados, camarillas, pluses económicos, y dietas internacioneles que ha dirigido TVE durante los últimos años, y que se ha contentado, y autosatisfecho, con ser referente de, tan solo, su mitad sociológica. De los suyos. Y para el resto, ni agua porque son ellos los que tienen toda la razón.

«Los viernes vestidos de negro, representan la verdad de cátedra u opinión, la libertad de expresión y además, y esto es lo que vale, son los únicos que tienen buen corazón y viven en plena metástasis del poder»
Y es que periodistas como Fran llorente, Alicia Gómez Montano, el tal Fortes, Óscar González, los Sacaluga y algunos más cobijados en el autodenominado como Comité de Informativos y con mando en la soldada de los viernes vestidos de negro, representan la verdad de cátedra u opinión, la libertad de expresión y además, y esto es lo que vale, son los únicos que tienen buen corazón y viven en plena metástasis del poder. Porque los otros, esos católicos heteropatriarcales, o los que votaron al P.P, los que hoy en día se ilusionan políticamente con VOX o aquellos otros fachas camuflados de naranja pero intransigentes por haber condenado a los golpistas que quiere romper España, no tienen derecho a nada. Ni los empresarios, los liberales y, en definitiva, aquellos miserables que dijeron en público que la Alianza de las Civilizaciones que pagó, como las nefastas e inservibles desaladoras el contador de nubes con el dinero de todos, eran un despropósito sectario. Todos esos no cuentan, porque, sencillamente, están equivocados. Son fascistas consumados. Y venga, un premio más, que lo celebraré en un buen restaurante y, eso sí y otra vez, lo pagaré con el dinero de todos. La Televisión pública es de ellos o de nadie. De todos no.

«Lo aprendí con las reglas básicas del oficio periodístico para televisión: Del mínimo ABC que dicta al profesional que no puede montar en la sala de edición el plano que nunca realizó en el rodaje»
Lo tengo tan claro como que no aguanto el sectarismo galopante de Felipe pero asumo que tiene en el ultramarinos las mejores latas de escabeche de atún. y vuelvo a su mostrador cada vez que me dispongo a preparar una ensaladilla rusa. Lo aprendí con las reglas básicas del oficio periodístico para televisión: Del mínimo ABC que dicta al profesional que no puede montar en la sala de edición el plano que nunca realizó en el rodaje. Por ello aguanto hoy que el vendedor me cuente lo feliz que ha sido al enchufar el Veinticuatro Horas de TVE y revivir, durante la emisión de dos horas la experiencia política de oír a su líder podemita en la plaza del «Sofi Dú». Eso es una televisión.
No le digo que durante más de cuarenta años de mi vida he construido esa referencia social y mediática que debe ser una televisión pública. No le contesto tampoco que sólo hay dos tipos de medios de comunicación: los que sirven al poder, y los que respetan la inteligencia de su audiencia, y no le suelto, a bocajarro, como se merece, la cita de marco Tulio Cicerón: «Nada perturba tanto la vida humana como la ignorancia del bien y el mal.» ¿Para qué, pienso? Si tiene la razón que le dictan, se conforma con la basura y además cree que la calle es suya.