
«Los ganaderos estamos llamados a sacrificar nuestras vidas para la implantación de 350 manadas de lobo en todo el territorio nacional»
Mientras escribo este artículo, amigos y compañeros míos, de mi región, se preparan para ir o ya han partido, hacia Valladolid, para participar en una manifestación que bajo el lema «Más ganaderos, menos lobos» dará inicio a una serie de movilizaciones contra la «Estrategia para la gestión y conservación del lobo» que el Gobierno, a través del Ministerio de Transición ecológica, va a implantar.
Tengo junto a mí el borrador que recoge las Bases para la elaboración de la estrategia. Me ha resultado muy difícil mantener un mínimo de calma ante lo que he leído.
Hasta hace muy poco tiempo, cualquiera que saliera al campo, de viaje, o incluso a las afueras de una gran ciudad, podía ver ovejas por doquier. En cualquier punto de España, del norte al sur, había rebaños de ovejas pastando. En cualquier pueblo por pequeño que fuera había varios rebaños y atajos.
España es un país apropiado para el pastoreo del ganado ovino dadas sus características geográficas y climáticas. Además de ovejas, cabras, cerdos, caballos y vacas también salían a comer a diario.
Con el paso del tiempo se fueron fijando las explotaciones de tipo itinerante y se fueron cercando fincas y parcelas para aligerar un trabajo excesivamente duro y esclavizador. La mayoría del ganado que se ve pastando libre pertenece al sistema de aprovechamiento estacional denominado espigadero, que aprovecha los restos de las cosechas.
En esto, como en todo, hay variantes. Hay quien no tiene tierras en propiedad, hay quien las tiene en alquiler, hay quien tiene de las dos. Hay quien hace espigadero, hay trashumantes, hay quien tiene el ganado de quieto en terrenos cercados, hay quien hace a todo.
Hoy, en la actualidad, el umbral económico de rentabilidad empieza a partir de las seiscientas cabezas de ovino de carne y las sesenta de vacuno de carne. Pero todo depende de la intensificación y los gastos. Tengo conocidos que con mil sobreviven, y otros que con seiscientas viven muy bien.
Poco a poco se ha ido reduciendo el número de explotaciones y de cabezas de ovino. Quien ha podido se ha pasado al vacuno, más rentable y menos esclavo. En España contamos con 45 razas ovinas autóctonas y 38 de bovino, muchas en peligro de extinción.
El pastoreo favorece la sostenibilidad medioambiental, evita la erosión del suelo, elimina vegetación previniendo incendios, propaga semillas de todo tipo de plantas propiciando la biodiversidad y contribuye a eso que tan de moda está en los labios de los políticos, la lucha contra el cambio climático.
365 días al año. Ni una fiesta, ni un fin de semana, ni unas vacaciones. Día a día. Así es la vida de la mayoría de los ganaderos. De vez en cuando te quejas, pero lo llevas tan dentro de ti que cuando no tienes cerca a los animales te falta el aire.
Se puede ser ganadero, pastor, ganadero y pastor, pero cierto es que pastores apenas quedan. Gente esforzada, conocedora del oficio y más listos que el hambre.
En la actualidad se preconiza la llamada cultura del ocio, se habla de reducir la semana y la jornada laboral, de conciliación de la vida familiar. Pero para los ganaderos no, los ganaderos estamos llamados a sacrificar nuestras vidas para la implantación de 350 manadas de lobo en todo el territorio nacional.
Nuestro Gobierno quiere que volvamos a salir a campo abierto, que durmamos en chozos de piedra o al raso, que durmamos en el suelo, que vivamos como en la Edad Media.
Entre las ideas que se quieren implantar,
– Condicionar las ayudas y subvenciones agrícolas y ganaderas al cumplimiento de las normas que propugnan la expansión del lobo.
– Supresión de cercas y vallas. Aún en terrenos privados.
– Creación de islas de vegetación en terrenos agrícolas. Aún en privados.
– Limitación de instalaciones energéticas que puedan afectar a la calidad del hábitat del lobo.
– Regulación y limitación de usos y actividades humanas que puedan interferir en la vida del lobo.
– Alimentación con carroña del lobo.
– Fomento de la fauna silvestre susceptible de ser cazada por el lobo.
– Permanecer el mayor tiempo posible vigilando al ganado.
– Contratación de pastores.
Se vulneran derechos de los ganaderos para otorgar otros «derechos» al lobo. Se vulnera el derecho a la vida de los animales domésticos para otorgarle un derecho preeminente al lobo.
Se pretende convertir a nuestras explotaciones en despensas de suministro gratuito para el mayor depredador. Se antepone a un animal a otros y a seres humanos.
La mayoría no podemos contratar a nadie porque nuestras producciones apenas dan para vivir. Y tampoco hay gente dispuesta a aprender y trabajar con los animales. Pero si en plena pandemia hubo que autorizar la entrada de temporeros para recoger cosechas.
Hay zonas en las que es imposible permanecer junto al ganado. Los mastines pueden hacer frente a algún ataque, no a todos, y aún pudiendo, no siempre ganan, sobre todo si la manada es grande.
El instinto cazador no se suprime con carroña. El lobo precisa cazar, y seguirá haciéndolo por más comida muerta que haya en el campo.
La limitación de la caza deportiva en ungulados y el favorecer su aumento, el de los herbívoros silvestres, conllevará el aumento de enfermedades erradicadas o que ahora mismo suponen grandes problemas, como brucelosis, tuberculosis, parásitos…
Si con un plan de gestión como el que había hasta ahora, sólo en mi región, Castilla y León, morían miles de cabezas de ganado como consecuencia de los ataques, a partir de ahora, sin esa gestión, morirán muchos miles más en toda España.
La fijación de la población rural se consigue con las explotaciones ganaderas. Sin ganado no hay necesidad de vivir en un pequeño pueblo sin servicios de ningún tipo.
Que cada cual piense lo que considere oportuno, pero la inmensa mayoría de quienes vivimos en, del y para el campo, lo tenemos muy claro. El Gobierno va a crear más miseria y ruina de la que hasta ahora está repartiendo.