
«La convicción de que la autodeterminación y los propios principios son lo más valioso que tiene el ser humano, sin importar su sexo y su posición social es el argumento principal de Charlotte Bronte»
«Creo en cierta combinación de esperanza y luz que dulcifica los peores destinos. Creo que esta vida no lo es todo; ni el principio ni el fin. Creo mientras tiemblo; confío mientras lloro«.
Son palabras de la escritora Charlotte Bronte que llenó mis horas de adolescencia, con esa novela que releo ya de tarde en tarde, cuando quiero sentir el romanticismo que aún late con fuerza en mis venas. La convicción de que la autodeterminación y los propios principios son lo más valioso que tiene el ser humano, sin importar su sexo y su posición social:
«Es inútil decir que los seres humanos deberíamos sentirnos satisfechos de tener tranquilidad; necesitamos acción, y, si no la encontramos, la creamos. Hay millones de personas condenadas a una sentencia más tediosa que la mía, y hay millones que se rebelan en silencio contra su suerte. Nadie sabe cuántas rebeliones, además de políticas, se fermentan entre los seres que pueblan la tierra«.
Palabras que llegan a lo mas profundo de aquellos que alguna vez hemos sentido lo que la protagonista de este relato. Nos emociona, nos hace sentir su pasión, su rebeldía, su amor por la vida y por el hombre del que se ha enamorado aún a su pesar.
Considerada por muchos como la autobiografía de la autora, el libro es innovador en la forma de pensar y de actuar de la protagonista, Jane Eyre, y en su forma de ver el mundo. Hoy recordamos a una mujer que nació un 21 de abril y que murió antes de cumplir los 40 años. Hoy recordamos a CHARLOTTE BRONTE.

«¿Piensa que me es posible vivir a su lado sin ser nada para usted? ¿Cree que soy una autómata, una máquina sin sentimientos humanos? ¿Piensa que porque soy pobre y oscura carezco de alma y de corazón? ¡Se equivoca! ¡Tengo tanto corazón y tanta alma como usted! Y si Dios me hubiese dado belleza y riquezas, le sería a usted tan amargo separarse de mí como lo es a mí separarme de usted. Le hablo prescindiendo de convencionalismos, como si estuviésemos más allá de la tumba, ante Dios, y nos hallásemos en un plano de igualdad, ya que en espíritu lo somos.
- ¿Adónde, Jane? ¡A Irlanda!
- Sí, a Irlanda. Lo he pensado bien y ahora creo que debo irme.
- Quédese, Jane. No luche consigo misma como un ave que, en su desesperación, despedaza su propio plumaje.
- No soy un ave, sino un ser humano con voluntad personal, que ejercitaré alejándome de usted. Haciendo un esfuerzo, logré soltarme y permanecí en pie ante él.
- También su voluntad va a decidir de su destino -repuso-. Le ofrezco mi mano, mi corazón y cuanto poseo.
- Se burla usted, pero yo me río de su oferta.
- La pido, que viva siempre a mi lado, que sea mi mujer.
- Respecto a eso, ya tiene usted hecha su elección.»
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