
«PP y PSOE se han turnado en el poder a lo largo de la “transición democrática”. (También, se podría haber dicho la “transacción democrática”)»
El sistema español de partidos políticos resulta bastante original. Hay una veintena de ellos, aunque, todo parezca disolverse en la retórica bipartidista del “partido gobernante” y el “principal partido de la oposición”. Se respira, así, una oculta mímesis del modelo británico y estadounidense. PP y PSOE son las dos formaciones políticas que se han turnado en el poder a lo largo de la “transición democrática”. (También, se podría haber dicho la “transacción democrática”).
Hay tantos partidos políticos porque todos ellos reciben dinero público por el hecho de existir. Fue una medida que tuvo su razón de ser hace una generación, pero, hoy, resulta abusiva.
La estructura de la constelación de partidos es algo más complicada que la tradicional pareja Gobierno-Oposición. Dejo a un lado los partidos minúsculos, que, en rigor, son más bien grupos de presión, incluso, “señores de presión”. Podrían interpretarse como una reminiscencia del viejo caciquismo.
Los protagonistas del drama parlamentario funcionan de forma binaria o diádica. Es decir, hay uno que destaca y otro que se sitúa cercano, como una especie de centro secundario. En las constelaciones de nuestra galaxia, se detectan casos de este fenómeno de los dos “soles”, girando uno cerca del otro. Aplicado el modelo al Parlamento, observamos la principal estructura binaria: el PSOE y Podemos. Es la que gobierna, hoy. Obsérvese que el centro secundario de la diada no lleva el nombre de “partido”, sino un marbete voluntarista, que traduce, más bien, la idea de una especie de comunismo latinoamericano.
El esquema anterior se reproduce para las combinaciones binarias PP y Vox; quizá, también, para Esquerra y Junts en Cataluña. Los respectivos “soles” se relacionan, íntimamente, el central con el secundario, de una forma ambivalente: atracción-repulsión. En realidad, se consideran rivales. El “sol” principal exagera la distancia que le separa del secundario. Lo necesita, pero, teme que pueda llegar a sustituirlo.
Cabe pensar que la pareja PNV y Bildu (este significa algo, así, como “Convento”; ¡angelitos!) forman otro par de estrellas, girando al unísono. De nuevo, una se llama “partido”; la otra, no. En realidad, son dos formidables grupos de presión. No llegan a incorporarse en ninguna coalición de Gobierno, pero, ayudan, y cobran bien por sus servicios al “sol” que más calienta.
El esquema diádico descrito no es estático. La pretensión del “sol” subalterno o complementario es la de llegar a desplazar al “sol” principal. De, ahí, la educada desafección entre uno y otro. Recuérdese que son rivales. Empero, al tiempo, no tienen más remedio que colaborar. La razón es que, con los números en la mano, lo más probable es que tenga que seguir habiendo Gobiernos de coalición.
Amando de Miguel para Libertad Digital.