Conversaciones en el andamio: A nueve días del meteorito. Por Francisco Gómez Valencia

A nueve días del meteorito.

Entre la perroflauta que dice ser apta para ser alcaldesa de la ciudad de Valencia porque es sorda, bollera y feminista, o la “peperista” que quiere sustituir a Fernández Vara en Extremadura para que esta sea más inclusiva… un servidor, no sabría con cual de las dos papeletas limpiarse en caso de un apretón inesperado.

Igual me apaño mejor con un canto “rodao” de alguna playa madrileña de Valencia; o con una hoja de parra o de higuera en su defecto, para el caso de que la urgencia fuera en la tierra de los conquistadores.

“Agotao” me tienen, así que pasen buen fin de semana y cuiden de sus casas…

Conversaciones en el andamio. A nueve días del meteorito.

Feliz día de San Ivón.
Que no es qué lo sea dos días seguidos, es que ayer 18, me equivoqué de santo y fecha, saltándome al pobre San Félix de Cantalicio. Vaya por él la sesuda reflexión de hoy… ¡claro que sí!
Españistan 19|05|23

Francisco G. Valencia

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1994 por lo tanto, Politólogo de profesión. Colaboro como Analista Político en medios radiofónicos y como Articulista de Opinión Política en diversos medios de prensa digital. De ideología caótica aunque siempre inclinado a la diestra con tintes de católico cultural poco comprometido, siento especialmente como España se descompone ante mis ojos sin poder hacer nada y me rebelo ante mí mismo y me arranco a escribir y a hablar donde puedo y me dejan tratando de explicar de una forma fácil y pragmática porque suceden las cosas y como deberíamos cambiar, para frenar el desastre según lo aprendido históricamente gracias a la Ciencia Política... Aspirante a disidente profesional, incluso displicente y apático a veces ante la perfección demostrada por los demás. Ausente de empatía con la mala educación y la incultura mediática premeditada como forma de ejercer el poder, ante la cual práctico la pedagogía inductiva, en vez de el convencimiento deductivo para llegar al meollo del asunto, que es simple y llanamente hacer que no nos demos cuenta de nuestra absoluta idiotez, mientras que la aceptamos con resignación.

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