
«Hay tres cosas que no pueden mantenerse ocultas por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad».
Buda
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Reflexión para este comienzo de semana tórrida que nos espera. Si somos capaces de mantener vivos nuestros ideales, y nuestros principios, podremos morir tranquilos.
Las kunoichi eran mujeres entrenadas desde su infancia en el asesinato y el espionaje.
El cine y el manga tiende a retratarlas como personajes de acción, muy similares a sus contrapartidas masculinas, los shinobis (ninjas). Si bien es cierto que recibían entrenamiento de combate, sus técnicas de campo eran habitualmente más sutiles: se las instruía para convertir objetos cotidianos en armas mortíferas, y eran expertas en el arte de la seducción y el envenenamiento.
Camufladas como monjas, prostitutas o cortesanas, usaban todas sus artes para granjearse el favor de hombres poderosos y obtener información valiosa para su clan, llegando incluso al matrimonio.
En japonés existen palabras de difícil traducción a otros idiomas. Una de ellas es shokunin, que hace referencia a aquel artesano que ha dedicado su vida a un oficio, perfeccionando su técnica hasta sublimarla y convertir su labor en arte.
Esta forma de proceder en el trabajo está muy arraigada en la mentalidad japonesa y entronca directamente con la filosofía budista zen, según la cual, cualquier persona que se entregue con devoción a una actividad, por más mundana que esta pudiera parecer, está entregándose también al perfeccionamiento del propio espíritu y la búsqueda de la iluminación. Ésta era la razón de que muchos samuráis consideraran que la dedicación al camino de la espada no era una actividad meramente física o militar, sino eminentemente espiritual.
Ve a la batalla solo después de haber creado las condiciones para la victoria
Sentencia de Yamamoto Tsunetomo: Un samurái no piensa en términos de victoria o derrota, simplemente combate hasta la muerte.