Pasadas las segundas y, tal vez, no últimas elecciones en un año, consecuencia del patente narcisismo de los aspirantes a la Presidencia del Gobierno, que, llenos de vanidad, les ha llevado a cometer errores de interpretación un tanto mezquinos.
En esta ocasión, más españoles que en las anteriores elecciones, han dado su apoyo al Partido Popular y ,por tanto, a Mariano Rajoy. Ha sido un voto dubitativo y temporal, pero lleno de lógica, pues lo que se avecinaba era terrible para el futuro de España. Los ciudadanos lo han entendido y de ahí el resultado. Reconozco que creí que iban a ser diferentes, pero nunca una equivocación me han dado más felicidad y tranquilidad al ver alejarse el monstruo del «cambio progresista.»
También me alegro por el fracaso del «sorpasso» de Unidos Podemos, aunque parece que el PSOE sigue en sus trece de bloquear la gobernabilidad. Pero los neocomunistas ya han dado el primer golpe de fuerza, un aviso a navegantes. Tras la derrota, han aflorado sus instintos más rastreros como la envidia, el odio y el resentimiento más atroz e incomprensible, pues es la generación que mejor ha vivido en la historia de España, pero tergiversada maliciosamente por el peor Presidente que haya tenido nuestro país. Zapatero, un enemigo de España que sigue en Venezuela tratando de perjudicar los intereses de los demócratas venezolanos. Un tipejo de cuidado.