Dicen los viejos que, para evitar lo peor, este país necesita palo largo y mano dura. Por Pigdemont

Dicen los viejos que este país necesita palo largo y mano dura, para evitar lo peor. Ilustración de Tano y Pig
Dicen los viejos que este país necesita palo largo y mano dura, para evitar lo peor. Ilustración de Tano y Pig

«Quizás como decía la canción de Jarcha titulada Libertad sin ira: dicen los viejos que este país necesita, palo largo y mano dura, para evitar lo peor»

Lo sabemos todos y cada uno de los españoles aunque muchos no se atreven a decirlo en público. Nuestra historia reciente comenzó en el año 1975, el 20 de noviembre para ser exactos, cuando la maquinaria propagandística se puso en marcha y nos ofreció libertad sin ira. Libertad para guardarnos, para siempre, el miedo y la ira porque comenzaba un nuevo ciclo.

Pero tres años después, en 1978, España parió de repente un montón de padres de la Patria. Y en ese momento decidieron trocear el país para mayor gloria de la economía de sus amigos, primos y cuñados «llegaron las autonomías», proceso que comenzó en 1979 y finalizó oficialmente en 1995.
Y así, cuando ya disfrutábamos de esa libertad de la democracia, las madres y los padres, de pablitos y carmencitas, podían ir al colegio a putear al profesor de turno que había osado regañar a su angelito, porque ya habían pasado los oscuros tiempos donde te llevabas dos tortas, la del profesor y la de tu padre, si se enteraba que el profesor tenía quejas de tu conducta.
Eliminada la autoridad de profesores, la «democracia» seguía su curso y la risa del esperpento español nos llegó unos años después, cuando el que podía terminar denunciado era el propio progenitor, porque el estado regulaba la educación de tus hijos y creaba la silla de pensar desterrando la cachetada en el pañalito y por supuesto la colleja.
En el 86 estrenamos europeísmo y ya libres y europeos decidimos que esa hornada de niños, la generación mejor preparada de la historia nos dijeron con énfasis propagandístico, no debían de conocer la disciplina ni el compañerismo de la rancia institución militar y así, en 2001 eliminamos la obligatoriedad del servicio militar.
En esta época ya con los armarios vacíos, el régimen libertario animaba a heteros despistados a darse cuenta que estaban en la acera equivocada y comenzaba la promoción de las bondades y lo guay que resultaba tener una sexualidad diferente. Y  tal fue el éxito que en los últimos años y dado que los conversos han aumentado en número, ya incluso se animan desde la más tierna edad al cambio de identidad, más que nada por si no te habías dado cuenta, que pan con pan no es comida de tontos, por mucho que lo diga el refranero.
El producto resultante de estos años, ha sido un país lleno de pablos casado (39 años), pablos lennin (42), irenes monteros (32) y errejones (36) carentes del sentido del respeto, desconocedores del esfuerzo , enemigos de la lealtad y contrarios al orden. Quizás como decía la canción de Jarcha «dicen los viejos que hacemos nos lo que da la gana y que todos llevamos la violencia a flor de piel y que este país necesita, palo largo y mano dura, para evitar lo peor».
Yo que siempre tuve claro que más sabe el diablo por viejo que por diablo y antes  que la señora Isabel Celaá, deje pasar de curso con todo suspenso y la próxima hornada de políticos de este país sea aún más miserable, pienso que no estaría mal, hacer más caso a los viejos de este país.

Pigdemont

Asturiano de nacimiento, con 5 litros de sangre Malagueña, lo que viene a ser un “charnegu”, experto en energías renovables, de ahí el calambre que me causan los vende patrias, mantenedores de la miseria y nuevos señoritos andaluces de la política.

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