
«Quizás en España suframos eso, un tiempo vulgar y de la vulgaridad: La fatalidad que nos acerca el término. El redrojo campa a sus anchas»
Solía ocurrir que en épocas de gran dificultad, azarosas, la virtud triunfara. Pero con un cambio de ciclo, podría ser, que siendo esta tremendamente complicada, triunfase lo vulgar. Y quizás suframos eso, un tiempo vulgar y de la vulgaridad: La fatalidad que nos envuelve.
Salvo excepciones que deslumbran, debemos reconocer en la actualidad que hay demasiado camuflaje rancio. Esa futilidad que viene de la mano de vivir aprisa y de la manera más rentable posible, aún a costa del bien ajeno, marca los tiempos de una era que no es precisamente ni de la “Ilustración”, ni del “Renacimiento”. Y va de parte y parte, sin mucha distinción, salvo que, en ocasiones, la materia con la que se juega agrava y potencia la diferencia.
En este espacio de tiempo en nuestra historia, en el que el acuñamiento de nuevos términos ha vuelto “majara” al diccionario y al propio lenguaje de uso, hay quienes no les duele en prenda cambiar lo que haga falta para que tengan acceso a los “Secretos Oficiales” del Estado, y que mantienen el mínimo equilibrio de una sociedad, a quienes, precisamente, quieren desequilibrarla. Y todo, por la aritmética en el mantenimiento del poder.
Así mismo, bajo el discurso de “lo mejor para el bien general”, se disuelven parlamentos y convocan elecciones, cuando realmente se está barajando el bien del partido y sus opciones en las cuotas de gobierno. Igualmente, bajo la profecía de todos los males por venir ante el avance de la derecha mas conservadora por diversos enclaves (y a la que le queda camino para su adaptación sin necesidad de romper diques de contención) se anuncia el fin de los tiempos, cuando en realidad lo que preocupa son las cuentas electorales y, por ende, el egoísta mando en plaza.
Y así la retórica, sin dejar de ser vehemente, es ciertamente oscurantista. Se dice algo, pero se piensa en otra cosa. Alcanzando ya casi el primer cuarto del siglo XXl, con una cruel agresión e invasión en plena Europa; provenientes de una pandemia a la que aún se mira de reojo y que diezmó rutinas, oportunidades y vidas, importa más el acabado que la elaboración, el flash y la foto que la reflexión, el escapismo y la pillería que el compromiso que no sea con los intereses personales, el continente que el contenido.
En tiempos de vendimia los redrojos son una consecuencia de la naturaleza que ocasiona el descarte de los racimos débiles o deteriorados. Acercándonos desde el término a este periodo, el redrojo campa a sus anchas.