Los robos per cápita. Por Amando de Miguel

Los robos per cápita: De los ladrones que actúan a diario en Barcelona, hay 100 que han sido detenidos 800 veces.

«Las tasas más elevadas de robos per cápita según los datos oficiales de la Unión Europea se adscriben a España y Bélgica»

Mi amigo Maciej Rudnik, profesor de español en Varsovia, se me queja de la imagen que tenemos los europeos occidentales de los “países del Este”. Poco menos que los consideramos inseguros, expuestos a mil formas de explotación, recién llegados a los avances democráticos. Se trata de prejuicios, claro está. El hispanista polaco me envía, sin más comentarios, un mapa con datos oficiales de la Unión Europea. En él se recoge la robery rate per capita (tasa de delitos por robo por cien mil habitantes) de los 27 países de la Unión Europea. No es una distribución aleatoria sobre los distintos territorios, sino que refleja algunas constelaciones de interés expuestas a grandes variaciones. Señalo las dos más interesantes. Los índices mínimos corresponden al bloque de los países del Este europeo, los que, en su día, fueron vasallos de la Unión Soviética y, antes, de otros imperios. Las tasas más elevadas se adscriben a España y Bélgica. Basta el dato para deshacer el prejuicio que podamos tener los españoles respecto a las sociedades del Este europeo.

Me llama la atención el hecho de que una estadística tan interesante no se haya divulgado en España. Ya sé que el Gobierno cuida la imagen del país para que nos visite el mayor número posible de turistas extranjeros. Empero, tratar de ocultar la realidad no parece una buena política, aparte de que resulte inmoral. Sospecho, además, que, en el cómputo dicho, no figuran los numerosos casos de robo que no se denuncian a la policía. En España, al menos, es una práctica común, precisamente, por la creencia de que muchos de tales delitos quedan impunes.

La incidencia tan alta de robos en España es consonante con el hecho de la popularidad que, últimamente, han adquirido las alarmas electrónicas para evitar los asaltos a las viviendas. A lo que se añade la peculiaridad española de un nuevo delito, poco tipificado y, malamente, reprimido. Me refiero a la desvergonzada okupación de las viviendas por parte de las hordas de alegres jovencitos impecunes, con más ganas de disfrutar que de trabajar. No tengo ni idea de cómo se desarrolla esa actividad de los okupas en otros países europeos. Desde luego, en el nuestro es una verdadera plaga, especialmente, en Cataluña y en las zonas turísticas.

Aunque parezca mentira, los okupas se defienden del allanamiento con la lógica de que la Constitución garantiza el derecho a la vivienda de todos los españoles. La verdad es que la policía o los jueces no son muy efectivos a la hora de contener las okupaciones. (El uso de la letra k remeda una vaga ideología anarquista o, simplemente, desinhibida. Al menos, que conste la protesta contra la ortografía represora).

Se pueden distinguir dos tipos de violencia: contra las personas o contra las cosas, las propiedades. En la España actual, es muy bajo el índice de violencia contra las personas, si bien la propaganda oficial insiste en que se trata de un problema muy grave y de importancia creciente. En el supuesto de que la violencia sea contra las mujeres, se dedica todo un ministerio del Gobierno a luchar contra esa “lacra”. Pero, repito que, en términos comparativos con otros países occidentales, los acosos contra las mujeres (incluido el extremo del asesinato) arrojan un índice muy bajo. En cambio, los sucesos de violencia contra las cosas son muy frecuentes y no se les da mucha importancia social o política. Hay potísimas razones culturales para ello.

Un santo muy apreciado en España es San Dimas, el buen ladrón. Fue una de las pocas personas con la seguridad de que iba a entrar en el Cielo. Se comprende que sea tan popular entre nosotros. Un apotegma popular dice que “quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón”. Basta con suponer que las víctimas de los latrocinios alguna vez se han aprovechado de lo ajeno. El argumento parece absurdo, pero, funciona muy bien para transigir con los casos de corrupción política: los que hacen un uso fraudulento de los dineros públicos. Se perdonan, fácilmente, porque se reconoce que son corrientes en la camada de los gobernantes de todos los partidos. Siempre, queda el consuelo de “hoy por mí, mañana por ti”. De paso, se observará una constante en todos los Gobiernos de la derecha o de la izquierda: todos suben el volumen del gasto público.

La corrupción política no se persigue lo suficiente porque hay un ideal colectivo que destaca sobre todos los demás: hacerse rico, trabajando lo menos posible. Es claro que los escalones de la pirámide del poder político constituyen la situación más apropiada para realizar el ideal citado. Esto ha sido así en todos los regímenes políticos y en épocas e ideologías muy distintas.

Amando de Miguel para la Gaceta de la Iberosfera, 18 de julio, 2022.

Amando de Miguel

Este que ves aquí, tan circunspecto, es Amando de Miguel, español, octogenario, sociólogo y escritor, aproximadamente en ese orden. He publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. He dado cientos de conferencias. He profesado en varias universidades españolas y norteamericanas. He colaborado en todo tipo de medios de comunicación. Y me considero ideológicamente independiente, y así me va. Mis gustos: escribir y leer, música clásica, chocolate con churros. Mis rechazos: la ideología de género, los grafitis, los nacionalismos, la música como ruidos y gritos (hoy prevalente).

Artículos recomendados

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: