
«Me pregunto ¿por qué he gastado mi tempo en saber leyendo ensayo, divulgación científica y pensamiento si luego no tienes a nadie con quién hablar, debatir y reflexionar?»
En algunas ocasiones, me pregunto ¿por qué he gastado mi tempo en saber, leyendo ensayo, divulgación científica y pensamiento si luego no tienes a nadie con quién hablar, debatir y reflexionar? Cuando yo era un adolescente mi padre me decía que era un buen camino tener cultura, si no demoledora, si al menos una de barniz que te permitiera hablar casi de cualquier tema sin hacer el ridículo y siendo prudente para saber callarte cuando estabas en franca inferioridad de conocimientos. En esos momentos era mejor abrir las orejas y escuchar para expandir tu mundo de conocimiento.
En la actualidad, salvo con raras excepciones que vienen dadas por la edad, desde luego siempre superior a los cincuenta años o por cisnes negros, que los hay pero escondidos, el mundo social es un erial. Y a lo peor no es tanto por desconocimiento de temas si no más bien por el miedo a resultar pedante o porque crean que eres un estúpido que te las das de algo. Saber, al parecer es fascista, es de derechas y es de estúpidos que se consideran más que los demás. A mi siempre me ha gustado más escuchar que hablar aunque con la edad me haya vuelto más dicharachero.
«Casi por igual me faltan ganas de hablar porque considero que decir algo, sobre algunos temas es una inutilidad»
También he notado que casi por igual me faltan ganas de hablar porque considero que decir algo, sobre algunos temas es una inutilidad, porque la mayor parte de cerebros ya saben, por encima de cualquier otro planteamiento, lo que hay que saber, han sido lavados con consignas y pensamientos previamente diseñados por una superioridad, que lo amplifica con los medios de comunicación de masas, y aún así la mayoría desconoce el origen. No son desconocidos en cambio las vías de circulación y expansión de esos conocimientos y ritornelos planos, inútiles y machacantes del pensamiento libre y en libertad.
Conseguir un pensamiento imaginativo que se aleje del orden establecido es difícil por no decir imposible. Y es por esa razón por la que no cuaja entre los individuos, que se mueven en masa, ningún razonamiento que se aleje de la realidad cotidiana reiterada hasta la saciedad por los vociferantes medios de comunicación y sus voceros. Dicen los teóricos de la comunicación que vivimos en una sociedad mosaico en la cual los temas están compartimentados en pequeñas pastillas o mosaicos que duran un suspiro y a los que no se da continuidad informativa.
Difícilmente alguien podrá dar continuidad a lo que recibe como información y menos podrá elaborar un pensamiento coherente acerca de cada tema. En este sentido nadie reconocerá que vota a la derecha, porque lo que está bien visto es votar a la izquierda, digamos que votaran a las derechas, parcializadas en partículas estancas, mosaicos, que aunque representen básicamente lo mismo, no se puedan sentir como algo igualitario, “tenemos nuestro matiz”.
Siendo concreto en algún tema, es difícil que alguien reconozca estar en contra del aborto libre, porque será inspeccionado bajo la lupa de la manipulación religiosa a la que debe de estar sometido. Unos partidos de derechas dirán sí y otros no, unos con reparos y otros ya veremos. Pero ninguno de ellos, tampoco los de izquierdas se cimbreará en uno u otro sentido de manera categórica, porque sus integrantes tomados uno a uno, no quieren tener la responsabilidad de sus propios convencimientos.
«Una especie de mantra no escrito pero que pulula entra las gentes que viven en sociedad y que dicta, es una forma de dictadura como cualquier otra, que lo cierto es lo que opina la mayoría»
Esta sociedad de convencimientos matizados, como sabemos pertenece a una adolescente, a la que no podemos tener muy en cuenta a la hora de dirigir los designios del devenir social, puesto que actúan como adolescentes, no tienen claros los pensamientos y sentimientos. Y así en muchos otros asuntos. Esto lo ha conseguido una especie de mantra no escrito pero que pulula entra las gentes que viven en sociedad y que dicta, es una forma de dictadura como cualquier otra, que lo cierto es lo que opina la mayoría. Y no, no lo es. Lo cierto es lo que obedece a la realidad, que suele estar lejos de la forma de sentir y pensar de los seres humanos en asuntos morales y sociales.
Evidentemente no nos podemos dejar llevar por nuestra parte animal, aunque ocurra más veces de las que deseáramos. Pero también es cierto que no podemos encarcelar siempre al animal irracional que también forma parte de nosotros. Que estas cosas sean buenas o malas no tienen importancia en absoluto para el devenir de la humanidad, ni del planeta, ni del sistema solar. Ni de nada que se aleje a más de un kilómetro de nuestras narices. De manera que juzgar el mundo que nos rodea es un absurdo, a lo sumo podremos estudiarlo y compartirlo como información interesante, pero nunca como algo que vaya a cambiar la base del ser humano en su esencia fundamental.
Por mucho que esto puedan creerlo las personas religiosas, e incluyo aquí también a las de religión de la izquierda. Y la mala noticia es que en muchos la esencia fundamental del ser humano esta muy alejada del interés por las cosas que debieran preocupar, porque ponemos en el centro de interés los asuntos sociales cercanos, el cotilleo y la inmediatez de la convivencia, sin pensar que todo eso que generamos tiene un fundamento trascendente para la forma de vida y gobierno libre que desearíamos. En algunas ocasiones, me pregunto ¿por qué he gastado mi tempo en saber, leyendo ensayo, divulgación científica y pensamiento si luego no tienes a nadie con quién hablar?