El humor accidental. Por Julio Moreno López

El humor accidental. Ilustración de Linda Galmor

“¿Qué es la vida?. Un frenesí. ¿Qué es la vida?. Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. (Calderón de la Barca).

Como convencido de que la vida es una comedia, siempre he sido un amante del humor absurdo. Es más, creo que el verdadero humor, ha de ser siempre absurdo. Me declaro, desde este foro, un admirador incondicional de los Monty Phyton, de Les luthiers, de La hora chanante, que me han aportado mucho más que la mayoría de profesores que he tenido a lo largo de mi vida académica, bastante extensa, todo hay que decirlo.

 

No se vayan a creer. Hay que ser muy inteligente para hacer humor absurdo. Hay que dominar la técnica, conocer los recovecos del alma humana, encontrar el punto G de la risa, ubicado en algún recóndito lugar del cerebro, oculto, para que a nadie se le ocurra lobotomizarnos y robarnos una de las pocas cosas que merecen la pena; La carcajada sincera, esa que te hace llorar, pero de risa, de alegría. El mundo sin humor, es un lugar vacío.

 

Pero he de reconocer que, desde que me encuentro inmerso en este mundo de la opinión, del periodismo irresponsable, entendiendo irresponsable por carente de responsabilidad, y aún más desde que, merced a mi condición de contertulio de actualidad política, he de informarme, por pura profesionalidad, de lo que los políticos dicen a diario, me he dado cuenta de que el absurdo, trasladado a la realidad, a lo cotidiano, a pesar de que tiene su gracia si eres capaz de mirarlo con el filtro adecuado, puede ser también dramático si, de algún modo, te condiciona la vida.

 

Y es que, últimamente, el absurdo nos ha invadido, como el reggaetón, como los tequeños y los tamales, como las cotorras argentinas, encontrando cobijo en una sociedad, la nuestra, de la que realmente es especie invasora, aún más cuando a la política se refiere.

 

Miren ustedes, yo nunca he sido demócrata. Si he de dar explicaciones por esta afirmación, que no lo creo, esto correspondería, en realidad, a que yo opino que la democracia no solo es un sistema corrupto, sino que, para más inri, fomenta la corrupción. La proliferación de cargos políticos, sobredimensionada en nuestro país, implica que son muchas las manos por las que pasa el dinero público y, por lo tanto, son muchas las manos en las que se va quedando, si cabe un resto, una muestra, pero que al final compone una fortuna.

 

Aunque, hablando de humor absurdo, creo que recordarán que, en cierta ocasión, concretamente el 29 de mayo de 2004, Carmen Calvo se descolgó con que “el dinero público no es de nadie”. Bueno, supongo que Pedro Sánchez se ha basado en este precepto para suavizar, si no liquidar, el delito de malversación. Solo le faltó a la señora Calvo añadir “quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón”. De este modo, quien saquee las arcas públicas tendrá cien años de mora. Quizá esto explique por qué Griñán está todavía en la calle, en lugar de estar recogiendo la pastilla de jabón en las duchas de Alhaurín de la Torre. Por cierto, un consejo, José Antonio. Si se le cae la pastilla, para recogerla, en cuclillas. Ya lo entenderá.

 

De cualquier modo, la señora Calvo no tiene que preocuparse por su futuro. No en vano llevamos varios años con el especial de José Mota, que siempre tiene la necesidad de varios cameos que, de algún modo, pueden aliviar sus arcas. Aunque la señora Calvo tiende más al humor de Joaquín Reyes, por cierto compañero mío de gimnasio. No se preocupe, Carmen, que la próxima vez que me lo encuentre en el vestuario, le hablaré de usted.

 

A fin de cuentas, su currículum va en sincero ascenso. Lo de que, en tiempos de Franco, a las mujeres se les extirpaba la vesícula no se les habría ocurrido ni a los guionistas de El Hormiguero. Y lo de que sacó a Franco del Valle de los Caídos, es el remate perfecto para el especial de Noche Buena. Enhorabuena, Carmen. No me había reído tanto desde que nos faltan Eugenio y Chiquito de la calzada.

 

Hay que reconocerle a este gobierno lo que hace bien, aunque sea poco; pero para animar los telediarios y las redes sociales no tienen precio.

 

Otro ministro chanante, sin duda, es Alberto Garzón, ministro de consumo, más empeñado en hundir el consumo que en otra cosa. Entre sus sketches más celebrados creo que merece una mención especial aquel en el que dijo que los pedos de las vacas contaminan más que los coches. Que cachondeo, la verdad. Es una risa detrás de otra. Creía que su afirmación de que en España se maltrata al ganado en las granjas era su techo humorístico, pero el tío se superó. Bravo, Alberto. Bien Hecho.

 

Pero aún así, la top de todos los top, la Ellen DeGeneres de nuestro ejecutivo, no podía ser otra que la ínclita, la maravillosa, la de la mirada libidinosa, Doña Irene Montero. A Irene le debemos momentos tan hilarantes como cuando afirmó que “ los niños pueden tener sexo con quien les dé la gana”, a pesar de que nuestro código penal establece el consentimiento sexual a los diez y seis años, haber promulgado una ley que reduce las penas a los violadores, de tal manera que muchos de ellos ya están en la calle o su último y más celebrado sketch en el que no va a incluir en las estadísticas de la violencia de género a las dos niñas de Cuenca cruelmente asesinadas por su madre “porque su asesina es una mujer”. Por cierto, desde aquí, mi más sentido pésame a esa familia.

 

En definitiva, Irene es una crack. En realidad, sabe que lo hace mal, pero nada importa, con tal de hacernos reir.

 

Pues nada. Ya solo nos falta que a nuestro ejecutivo le dé por crear el “ministerio de andares tontos”, como en la celebrada Flying circus, de los Monty Phyton. Por cierto, si lo lleva a cabo, me permito recomendarles a Iceta, que andar, anda un poco raro, pero bailando lo borda. Y como ministro de cultura, pues podemos promover a Eduardo Casanova, para acabar de rematar.

 

Es bello levantarte cada mañana sin saber que te va a sorprender, encender el telediario y descubrir que, lo inaudito, lo inesperado, se ha vuelto rutina. Pero no olvidemos que, en cada forma de belleza, se esconde algo terrible. La sorpresa de ayer, puede ser la desgracia de mañana.

 

“Y cada sonrisa, tiene su rencor, por alguna razón”. (“Dos caras distintas”. Álvaro Urquijo).

 

 

Julio Moreno Lopez

Nací en Madrid en el año 1970. Aunque mi título universitario indica que soy ingeniero informático por la Universidad Pontificia de Salamanca, nunca ejercí como tal. Enamorado del mundo del periodismo y de la literatura, colaboro en diversos medios escritos y en alguna que otra emisora de radio. Ahora, miembro de este proyecto tan bonito de La Paseata. Además, soy autor del libro “Errores y faltas” Y del blog del mismo nombre. En Twitter @elvillano1970.

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