Jodidos camioneros… Putos camiones… ¿Y del terrorismo islámico qué?

Doce horas después del atentado las autoridades del gobierno alemán juegan con el fuego de la política corrección, y evitan el concepto de terrorismo islámico. Y a señora Merkel tibiamente menciona que en la investigación de la masacre hay que partir de la posibilidad de que se haya tratado de atentado terrorista. Hay mucho en juego tanto en la política interna alemana, en clave de los refugiados como, en la política internacional, en la que otra vez la falsa intelectualidad y líderes de izquierdas europeos apuestan por el clásico titulado «La invasión de los bárbaros». Y a su ritmo, toda la corte de voceros europeos que, con diferentes ritmos, repiten el mismo estribillo: la culpa es de Occidente y lo preocupante es la islamofobia.

Y con tamaño desafino  y sucios intereses esa legión de subvencionados por el poder no dudan ni tan siquiera en titular mentiras, y rebelarse contra el sentido común y hasta el principio existencial de la defensa, porque todos sabemos que un camión no puede atropellar por iniciativa propia y que el conductor en el momento del atentado no es un camionero. Se trata de un terrorista…¿Saben diferenciar accidente de atentado?

Pablo Iglesias el líder de Podemos que sigue sin firmar el pacto antiyihadista, habla esta mañana del control del los capitales del terrorismo y su vinculación con los paraísos fiscales, cuando la realidad del atentado de Berlín es que es de los mas baratos de la historia de Occidente: Robo de camión, asesinato del camionero y fin. Otra vuelta de tuerca a la realidad pasmosa en una Europa que este año ha comenzado a prohibir en los colegios la celebración de la Navidad, después de que en los últimos años haya retirado abetos de Navidad y portales de Belén. Una Europa en la que sus líderes, en definitiva, han ocultado violaciones, ataques contra la policía´, la aplicación de la Ley Sharia en barrios de importantes capitales y hasta asesinatos, haciéndonos creer en la falsedad del hecho aislado, repitiéndola hasta la saciedad para así convertirla en una verdad políticamente correcta.