Nacido en 1923 en Villasordos de Oreja (provincia de Suecia), muy pronto demostró dotes para la ingesta de alimentos con grasas poliinsaturadas. No obstante su pasión por las kottbüllar con alioli, se trasladó a Madrid en borrico. Pasó frío y penurias hasta que fue adoptado por una manada de porteras, que le enseñaron a jugar al mus y el uso del gin-tónic en la cría de forúnculos.
De color verde, nunca tuvo muchos amigos. Se hospedó varias décadas en las prisiones de Franco por escupir a un colibrí sin licencia, y fue allí donde descubrió su vocación por el canturreo, la pintura de inodoro y la poesía satírica mal acabada.
En los dos miles, coincidió con unos viajeros del conocimiento (y, sin embargo, amigos) en varios blogs; a ellos debe el haber ahondado en su falta de estilo y cultura hasta llegar a convertirse en lo que es hoy: nada.