
«Estamos en medio de dos aniversarios muy importantes después de la Transición, que tuvieron una especial relevancia y marcaron en sentido muy diferente el destino de la Historia de España»
Estamos prácticamente en medio de dos aniversarios muy importantes después de la Transición, que en las últimas décadas tuvieron una especial relevancia y marcaron en sentido muy diferente el destino de la Historia de España. La primera, 23 de Febrero de 1981, pasó a la Historia como un intento fallido de golpe de Estado que, como todo el mundo sabe -salvo en las calles de Valencia a las que salieron tropas al mando del Teniente General Jaime Milans del Bosch y algún conato más- tuvo sus escenarios principales entre el Palacio de la Zarzuela y el Congreso de los Diputados donde, al mando del teniente coronel Antonio Tejero -que según dijeron algunos testigos presenciales lo hacía “En nombre del Rey”-, irrumpió una dotación de la Guardia Civil en el Pleno de la segunda sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo. Algo que también recogen unas notas de Iñaki Anasagasti que han salido a la luz sobre una conversación suya con el General Sabino Fernández Campos, por aquella época Secretario General de la Casa del Rey Juan Carlos I.
Por supuesto que no voy a defender ninguna actuación violenta y armada contra las libertades y la democracia, como pareció ser aquella, pero dije entonces -con un escenario político aparentemente mucho menos grave que ahora- que tal vez cuarenta y ocho horas más con sus señorías y “señoríos” parapetados tras los pupitres de sus escaños y con las “gónadas” en la garganta -se podría decir más vulgarmente, claro, pero no es cosa de hacerlo aquí-, tal vez hubiera contribuido a una “meditación” mayor y muchas «tonterías» -barbaridades sería más apropiado- que sufrimos después se habrían pensado un poco más antes de hacerlas. Digo ahora -visto lo visto en el momento actual- que posiblemente me quedé corto en ese espacio temporal y puede que hubiera debido ser algo más largo ese periodo de reflexión forzosa para nuestros representantes democráticos de entonces -sin duda. infinitamente mejores que la gran mayoría de los actuales-. En cualquier caso, quedó en un intento ante la retirada del plan por quién lo planeara -hipótesis hay para opinar- y la cosa no pasó a mayores, acabando en menos de veinticuatro horas con los aparentes cabecillas detenidos y algunos más en vías de un gran escarmiento.
Dicho lo anterior -espero que no se me llame golpista o apologista del golpe por ello-, diré también que creo que aquel intento dejó la sensación de que no pretendía romper España, sino reconducirla ante la debilidad de un Gobierno débil, cuyo partido soporte, la UCD -Unión de Centro Democrático- hacía aguas, incapaz ya de mantener la frágil unión de las diferentes corrientes que lo formaron y cuyo líder, Adolfo Suárez, no tenía más recorrido una vez cumplida su “misión”. Se intuía ya el incipiente despertar de los nacionalismos y con el golpe lo que se pretendía parece que era “armar” -en el sentido político de la palabra, claro- un Gobierno de transición, formado por una coalición de los diferentes partidos presentes en el Hemiciclo -todavía no había degenerado a “hemicirco”- bajo el mando de un “Elefante Blanco”, que nunca llegó al Congreso como se anunció.

«El 11-M sí que cambió la Historia de España más reciente, tras la llegada del doblemente inesperado José Luis Rodríguez: Ni lo esperaba el PSOE en el 2000 como Secretario General del partido ni mucho menos España como presidente»
La segunda fecha es el 11 de Marzo de 2004, sobre la que cada aniversario, recuerdo mi opinión respecto a sus circunstancias y las muchas incógnitas que dejó sin resolver, empezando por quién fue su cerebro y qué se perseguía realmente segando la vida de ciento noventa y dos personas inocentes y marcando de por vida a más de mil quinientos heridos o mutilados, aparte del trauma psicológico para supervivientes y familiares de unas y otras víctimas.
No me voy a extender en esta segunda fecha por lo dicho anteriormente, pero sí quiero dejar claro que ésta sí que cambió la Historia de España más reciente, tras la llegada del doblemente inesperado José Luis Rodríguez -ni lo esperaba el PSOE en el 2000 como Secretario General del partido ni mucho menos España como presidente en 2004- a raíz de las explosiones de Atocha y otras estaciones de cercanías. Estoy convencido de que este atentado se tradujo en una especie de “golpe de estado” -muy cruento en este caso, lo que no fue el del 23F- “avalado” por unas urnas que recogieron el sentimiento hábilmente manipulado de muchos millones de españoles -“España no se merece un Gobierno que mienta”, dijo Rubalcaba, el “químico” del laboratorio social, adulterando la jornada de reflexión- en lugar de una decisión meditada -algo muy común en nuestra “querida” idiosincrasia española, más proclive a lo visceral que a lo racional, como muy bien sabe manejar la izquierda- que no pretendía otra cosa que sacar del poder al Partido Popular, al que todas las encuestas daban como claro ganador después de dos legislaturas con saldo claramente positivo de José Mª Aznar -con sus sombras, algunas seguramente causa directa de no pocos problemas actuales-.
Lo cierto es que el lamentable ZParo sí que inició un auténtico “golpe de Estado sociocultural” desde la cuestionable legitimidad de su mandato “democrático”, conseguido como decía en un estado de shock del país, tras lo que desembarcó con una serie de medidas que cambiaron del todo vida y costumbres de los españoles. Y lo que fue peor, con esa siembra “legal” de relativismo y “doctrina”, dejaba el terreno expedito para propiciar la continuación del “golpe” después de su marcha porque el pueblo ya estaba “encauzado” -más de lo que pensábamos muchos- como hemos comprobamos después cuando su continuador en la Moncloa no cambiaba nada de lo ideológicamente sembrado, limitándose -se dirá que no es poco y lo puedo compartir- a levantar la ruina económica heredada y una imagen de España por los suelos, que se ha visto insuficiente del todo porque las crisis dejadas -moral, social y educativa- eran de mucho mayor calado que las de tenor económico e internacional, siendo estas muy profundas.

Y hechas las reseñas de ambos aniversarios que rememoramos en estos días, quiero destacar la diferencia de comportamiento de unos “golpistas” y otros. Los primeros, los “armados” en uno y otro sentido, asumieron su riesgo y acataron las penas que les impusieron, demostrando que, ante todo eran Españoles -tal vez (y sólo tal vez) por un camino equivocado- que querían a España y veían que no iba por buena senda y por eso decía en el título que “pudo cambiar la Historia reciente” de haber hecho recapacitar y reconducir el malhadado régimen de las autonomías que tan bien retrató en su libro, Las Autonosuyas, Fernando Vizcaíno Casas, precisamente en 1981 -el mismo año del golpe-. Éste sí entendió los motivos que llevaron a algunos de buena fe -que no eran los mismos que los de los que lo organizaron, parece- a la entrada violenta en la Carrera de San Jerónimo, pero no se puede decir igual de muchas de sus señorías y gobernantes del momento, me atrevería a afirmar.
Los segundos -y sus derivadas- han demostrado por el contrario que, salvo por cuestión geográfica, no eran españoles de verdad sino que llegaron cargados con quintales de resentimiento y sectarismo con el único objetivo de cambiar la España recibida y ganar la guerra que habían perdido sesenta y cinco años antes, causada precisamente por la anarquía que ellos mismos empezaron a sembrar en 1931. Unos, empezaron por asegurarse, por ley, un buen retiro en los sillones del Consejo de Estado con carácter vitalicio, que alguno dejó temporalmente para seguir en ese camino destructivo de mayor espectro -el nacional se les quedó pequeño- y asesorar a mandatarios de países en los que sigue implantado el régimen comunista y otros -las derivadas que decía antes, nacionalistas en este caso- también cómplices destacados del desaguisado, huyeron a Bélgica o Suiza para esquivar el peso de la Justicia, amparados por la triste realidad que ofrece Europa -comunitaria o no-, también víctima de ese relativismo que se extiende por un Occidente, antes de raíces cristianas que, gracias a ellas, se fue adaptando a la evolución del momento y que ahora parece haber perecido absorbida por el estado del bienestar alcanzado, devenido en un buenismo irracional que parece haber nublado la razón y el entendimiento de sus instituciones -Justicia incluida-. Respecto a estos últimos, los nacionalistas, baste recordar algo de lo que dijo Manuel Azaña, que no dudarán mis lectores que no me inspira grandes simpatías: “Vendría a ser sin duda, el pueblo catalán -hay que matizar que no todo entonces, pero sí casi la mitad ahora- un personaje peregrinando por las rutas de la historia en busca de un Canaán que él solo se ha prometido a sí mismo y que nunca ha de encontrar”.
Y mientras sigue el desvarío, con el fugitivo cobardeando en tablas tras el más que previsible paso atrás -“hereu” recluso incluido o amenaza al precipicio- y su denuncia contra España ante el Comité de Derechos Humanos de la ONU -veremos la respuesta de esta cuestionable y costosa institución- por una pretendida «violación» de sus derechos, continúa actuando la Justicia, que parece sustituir al Gobierno -a ver quién es el próximo fugitivo allende los Pirineos- y la política dándonos muestras del perfil plano de la mayoría de nuestros supuestos “representantes” y de lo cambiante que se puede ser en esta actividad, especialmente los que se cubren de color naranja -mezcla del rojo que lo inspira y el amarillo de su conducta, que algunos pretenden camuflar con tintes azules, por si cuela ante el descontento con los del charrán-.
Por suerte o desgracia viví ambos «acontecimientos». Cuando salí de trabajar ese día y me fui a tomar un vino con algunos de mis compañeros de trabajo, pude enterarme por la TV y por personas que ya estaban enterados del que luego fue un golpe de Estado. Al principio no le dí importancia en la creencia de que no era posible ni concebible que algo así en los tiempos que corrían podía llegar a triunfar Después de cenar me pegue al televisor y fue cuando empecé a removerme en el asiento de la butaca; luego de que hablara el Rey Juan Carlos I ya di por hecho no triunfaría. Al acostarme puse la radio y tardé en dormirme al escuchar que el General Milans del Bosch seguía en sus treces de mantener los tanques en las calles de Valencia.
De estos hechos guardo prensa escrito para que mi descendencia conozca verazmente este capítulo de la historia de España.
Lo que en su día, aquello me pareció un verdadero atropello a la iniciada democracia; observo que al habernos henchido de la misma, aunque algunos la nieguen o pongan en duda, ha dado lugar a una sociedad enferma, baja de moral y buenos hábitos y a un intento de separación de una región del resto de España, con el fin de tapar la corrupción de un Partido político, CDC y al saqueo de caudales públicos de una familia burguesa catalana, cuyo linaje en tal faena viene de lejos.
Creo, sin miedo a equivocarme, que el más sangrante de ambos sucesos, fue sin duda el del 11-M. Sangrante por dos motivos; uno por la cantidad de víctimas inocentes que, yendo para sus trabajos, se encontraron con una muerte vil a manos de unos, los que fueren, asesinos despreciables. El otro por el bochornoso y despreciable comportamiento del Partido Socialista ante este suceso, en el que participó de forma notable el Sr. Rubalcaba, el cual debiera sentir vergüenza de por vida. Mientras en el Reino Unido y Estados Unidos, Gobierno y oposición hicieron piña y causa común ante tamaños atentados,el segundo de una magnitud nunca vista e inimaginable, y en dos naciones naciones que sí habían participado activamente de forma activa en la guerra de Irak; en España, que no lo hizo; la oposición y preferentemente el Partido Sociales, que ya resulta imposible denominarle español, se dedicó a achuchar y desprestigiar al Gobierno, no respectando siquiera la jornada de reflexión electoral y organizando revueltas callejeras en contra del Ejecutivo. Con todo ello, se dio lugar a llegar a tener el peor Presidente de la democracia española y es de suponer de la historia de España.De vergüenza.
Doy la enhorabuena y las gracias al articulista por recordarnos tan penosos acontecimientos y para que ciertos populismos sepan las consecuencia de serlos.