¿De qué toca hablar ahora? Bueno, pues ya hay sentencia. Contra el PP y contra algunas personas que son o han sido miembros del PP. Se supone que ahora toca hablar de eso. Sobre si el presidente debe dimitir y convocar elecciones, sobre si hay que sacar adelante una moción de censura y si este es el momento adecuado habida cuenta de la situación tan delicada que se está dando en Cataluña. Sobre si ciudadanos debe aprobar esa moción en caso de producirse, etc.
¿Entonces por qué siento el imperioso impulso de seguir hablando sobre el chalé de Iglesias? ¿No se ha hablado ya suficiente? Ya sé que cualquier cosa que diga la habrá dicho antes otro. No voy a añadir nada nuevo al respecto. No hay nada malo en comprarse un chalé, siempre que el dinero lo hayas obtenido de manera lícita. Ser de izquierdas no significa que debas vivir en un piso alquilado de sesenta metros de un barrio periférico. Si algo tengo claro es que a todos, independientemente de nuestra ideología política o religiosa, a todos sin excepción nos gusta vivir bien. Así que no creo que nadie razonable reproche a Pablo Iglesias el hecho de querer vivir en una casa grande con jardín y piscina. No es eso, no, y lo sabemos todos.
Es el cinismo, la mentira, la hipocresía, la cara dura de la que está haciendo alarde el líder de Podemos lo que a mí, y creo que a la mayoría de la gente, le molesta de este asunto. Porque su discurso está ahí, en vídeos, en la hemeroteca, por si a alguien se le ha olvidado cual ha sido su prédica durante años. Ese sermón reiterativo sobre la “casta” que le aupó a donde está y le permitió enriquecerse hasta el grado de poder acceder a una casa de seiscientos mil euros, una casa que la gente corriente de clase media no puede permitirse. Esa gente a la que él siempre se ha sentido orgulloso de representar, y que ahora, con toda la razón del mundo se puede sentir defraudada, y hasta burlada. Por eso es que, aunque la noticia de moda sea la condena del PP, que sean otros los que hablen de ello, que seguro que lo harán y mejor que yo. Yo, por mucho que se haya dicho y escrito sobre ello, a pesar de lo poco original que resulte, prefiero insistir y repetir hasta la saciedad que, PABLO IGLESIAS TURRIÓN ES UN CARADURA. Él y su portavoza, claro, que no quiero que me llamen machista por ignorarla.