
«Está claro que para no dejar la suerte de nuestra Patria en manos de psicópatas debe haber unas estrictas normas legales de participación en cualquier tipo de elecciones»
Me acuerdo del título de ese libro con el que Sigmund Freud acuñó el concepto de acto fallido, y leí hace décadas, ahora que veo y leo al cabalgador de las contradicciones, al adalid del caradurismo protagonista de las frases que acompaño.

«Está claro que para no dejar la suerte de nuestra Patria en manos de psicópatas debe haber unas estrictas normas legales de participación en cualquier tipo de elecciones»
Está claro que para no dejar la suerte de nuestra Patria en manos de psicópatas debe haber unas estrictas normas legales de participación en cualquier tipo de elecciones, entre ellas que los partidos concurrentes no puedan llevar entre sus objetivos y programas nada que vaya contra las leyes ni contra la Constitución tal como reza el art. 6 de nuestra carta magna… la creación y ejercicio de la actividad de los partidos son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley… aunque yo sí lo pondría en una reforma constitucional sometida a referéndum… «dentro del respeto a la unidad de España, a la Constitución y a la ley».
No olvidemos que España es anterior a sus regiones pues gracias a Roma por la configuración de su espacio territorial adquirió su propia personalidad política dentro del imperio como Hispania, motivo por el que los visigodos fundaron aquí su reino y tras la invasión islámica se habló siempre de «Reconquista». España no es un término poético ni literario, sino práctico y real pues todos los pobladores de los reinos y señoríos ibéricos se llamaban y consideraban españoles, y así eran llamados por la Santa Sede, elemento de la diplomacia internacional cuando reconvenían a reyes y nobles ibéricos a guerrear en la Reconquista como españoles en vez de acudir a tratar de recuperar Tierra Santa con las Cruzadas.
El año 1212 nos marca la dirección de esta profunda visión: «Amigos, todos nos somos espannoles, et entraronnos los moros la tierra por fuerça et conquirieronnoslas, et en poco estidieron los cristianos que a esss sazón eran, que non fueran derraygados et echados della et essos pocos que fincaron de nos en las montannas, tomaron sobre si, et matando ellos de nuestros enemigos et muriendo dellos y fueron pudendo con los moros de guisa que los fueron allogando et arredrando de si».
Estas fueron las palabras de Alfonso VIII el Bueno rey de Castilla aquel 14 de julio frente a las tropas en las vísperas de la batalla de las Navas de Tolosa, ante los vizcaínos de Diego López de Haro en la vanguardia, los navarros de Sancho VII el Fuerte, a la derecha del despliegue, aragoneses y barceloneses de Pedro II el Católico en el ala izquierda con el sexagenario gerundense Dalmau de Creixell quien en vanguardia con la caballería aragonesa rompería el cerco de cadenas del rey moro muriendo en combate… castellanos en el centro del despliegue, gallegos, alaveses, guipuzcoanos y Órdenes Militares…
… En definitiva demasiados conceptos «discutidos y discutibles», zapaterilmente hablando, en una sola frase, que podrían herir las sensibilidades de los aliados «multicultis» así como de las neotaifas ibéricas. Todo esto supuso que hace unos pocos años el gobierno celebrara con sordina el octavo centenario de esta batalla dados los trastornos intestinales que aquejan a nuestros políticos a la hora de abordar, defender y asumir la Historia.
Traigo todo esto a colación pues España es anterior a 1492, y a todas las leyes, constituciones, regiones y autonomías actuales, algo que debería reflejarse en el preámbulo constitucional para que la historia de España no fuera manoseada por las etnogénesis separatistas en ese invento de las «nacionalidades históricas» o «naciones irredentas» más falso que un euro de gomaesmpuma.
Yo desde luego pondría y exigiría otra obligación los políticos electos consistente en que para tener y ejercer ese poder que dan las urnas, aparte de jurar la Constitución con una exclusiva fórmula reglada para evitar las payasadas podemitas, fuera obligatorio jurar o haber jurado bandera recordando tras el juramento el artículo 30.1 de la Constitución: Los españoles tienen el deber y el derecho de defender a España.
Así nos evitaríamos el lamentable espectáculo de contemplar a cobardes y gandules traficando con la unidad de la Patria.
Yo creo que realmente el sr.iglesias no sabe ni lo que es ni lo que quiere,lo unico que sabe es enredar por enredar