
«Sentimientos de otoño por los caminos añados. Es el otoño que no acaba de llegar. Es el futuro que se vislumbra cercano. Un tiempo que empieza a ser molesto»
La angustia se presenta a veces cuando hay que conciliar el sueño y no te deja caer en brazos de Morfeo. Solo hay una solución, no intentar dormirse y entonces tarde o temprano caerás en estado de duermevela; luego tu cerebro desconectará para permitirte descansar. Los que se fueron porque durmieron el sueño eterno, ya no sufren ni padecen la angustia, ni el cansancio inquieto que causa la nostalgia de las ausencias.
Es en esas noches en que no puedes pegar ojo en las que te preguntas si fuiste lo suficientemente humano con los muertos, para merecer que tu mente aparte la culpabilidad que sientes, por ser tu el superviviente. A veces ni siquiera tienes consciencia de esto en concreto y solo sientes la inestabilidad emocional, sin saber cuál es la causa. Pero los que nos hemos psicoanalizado, sabemos leernos por dentro, estamos perfectamente seguros de que la mente nos atormenta porque nos sentimos culpables, de nada en concreto, solo de las perdidas de los seres queridos y pensamos si no nos portamos bien durante su vida de pensamiento, palabra u obra con ellos que fueron compañeros del camino de vida.
Es en esos momentos cuando realmente estamos en un infierno emocional que nos penaliza por no haber intentado estar más cerca de los que ya no están. ¿Por qué no lo hicimos? ¿Tuvimos acaso la opción de hacerlo? La respuesta es sí, pero no es del todo cierta. Pudimos pero a veces a costa de perder parte de nuestra propia vida. ¿Fue correcto hacerlo, no merecían más nuestro familiares? Probablemente sí, pero qué pudimos hacer, probablemente nada más que lo que hicimos. Teníamos que asumir otras cosas ¿pero es cierto? ¿Quién lo sabe? Y sí, lo sabe nuestro inconsciente y agazapado tras él están los reproches en forma de angustia, que hoy no te dejan dormir.
Y piensas si a ti en el futuro te pasará lo mismo, si estarás solo en la vejez y la muerte, y no es una pregunta retórica, en la muerte siempre se está solo. Pero esta pregunta te señala como culpable, por qué no estuviste más con los ausentes, por qué… Ese por qué, es machacante, como un eco no te deja asedarte y conciliar el sueño. De repente agotado casi sucumbes, pero tu angustia te ataca de nuevo, no puedes respirar, no puedes como no pudieron los que ya no están. Sabes que es solo una sensación, ¡pero es tan real…!
Entonces al día siguiente sacas a pasear a la perrita y ves que todo sigue igual, nada ha cambiado, salvo quizás que hay lugares en los que habitaban tus familiares a los que ya no podrás volver porque están vacíos; carecen de alma. Solo significaban algo por la presencia ahora perdida. Y das la vuelta a la esquina y en el garaje de la esquina un cartel indica que no se harán reparaciones por enfermedad de la persona que lleva el negocio. Está enfermo. Te preguntas ¿estará grave, volverá a abrir algún día? Y pasa una semana y nada y pasan dos… y al fin todo vuelve a la normalidad y respiras tranquilo. Cuánto darías por ese consuelo cuando te ahogas en la noche con la angustia. Cierto es que, a aquel individuo, solo lo conoces de pasar por delante de su puerta y decirle buenos días, pero está ahí es alguien cercano, del barrio, de la calle; y entonces el día que regresa todo vuelve a la normalidad, parece que el tiempo sigue adelante.
Tu puedes seguir aunque sea con tus lastres y pérdidas, las importantes, las que te tocan de cerca. Tal vez deberías agradecer a la vida que te haya permitido tener tu propia familia con tu mujer y tus hijos, sabes que no hay manera de pagar ese regalo y entonces aflora la sensibilidad y lloras, lloras por los presentes y por los ausentes. Los seguirás añorando día tras día y en cierto modo están vivos porque viven en ti, y hasta que tu no pierdas la memoria o mueras, siempre estarán ahí. Y entonces llega la noche y si estas muy cansado y tienes suerte, dejas de pensar y duermes…
Bendito sueño que te perdona. Y cuando amaneces, más bien temprano, porque cada vez duermes menos por la edad, todavía no es de día. Sales a pasear a la perrita que te mira con cara de decir: “¿De verdad amo, ¿tenemos que salir a las seis y media de la mañana? Por mi puedes retrasarlo una hora”. “No perrita de mi corazón, tu amo no puede seguir en la cama, no puedo dejarme llevar por la angustia de no ver que un día más viene, que va a amanecer”. Entonces oye el ruido del collar y viene con un trote alegre, parece decirme, “no te preocupes estoy aquí contigo y mientras sea así parte de tu madre y mi ama, seguirán con nosotros”. Entonces salimos a pasear y los niños, que se preparan para ir al colegio por las calles, nos devuelven la vida.
Hasta que nuevamente el ciclo se repite, la angustia se vuelve a presentar a veces cuando hay que conciliar el sueño y no te deja caer en brazos de Morfeo. Solo hay una solución, no intentar dormirse y entonces tarde o temprano caerás en estado de duermevela, luego tu cerebro desconectará para permitirte descansar. Los que se fueron porque durmieron el sueño eterno, ya no sufren ni padecen la angustia, ni el cansancio inquieto que causa la nostalgia de las ausencias, me alegro por ellos. Estas Navidades, serán las primeras sin nadie de mi familia de origen, seguro que alguna lágrima les regalaré.
Epílogo: Sentimientos de otoño por los caminos añados. Es el otoño que no acaba de llegar. Es el futuro que se vislumbra cercano. Un tiempo que empieza a ser molesto. Un tapiz de ocres que, dentro de poco, cansado y umbrío, ya no nos respetará. Es el otoño que veo instalado en otros. Ese oculto que, ladino y cruel, se esconde. Un tiempo que, hiere el cuerpo y el alma. Pero todavía no remata, solamente me sigue. Está vacío de espacio, ya apenas queda. Va perdiendo su corporeidad espacial. Porque carece de tiempo en el que estar. También su esencia, sus pulsos lentos. Se van rezagando, entre los ensueños. Es un amigo traicionero que se acerca. Te regala y deja dolores de artritis eternos. Ese que detendrá latidos que nacieron contigo. El ocaso de la vida, que todavía calienta. No sufre el helador frío de la tierra blanda. Todavía no se detuvo su marcha cansada. Esa que en un instante tan fugaz como el primero detendrá su marcha rítmica, acompasada. El te devolverá a la eternidad de la nada. Esa que acoge las cunas de las mortajas bajo la tierra o entre las llamas… Por el momento la vida nos perdona…