
«Al llegar a la vejez el peor enemigo es tu propia mente, ejercitarla día a día con actividades que te hagan mover los recuerdos es fundamental»
Cuando llegas en esta vida a la jubilación, aparte de tus aficiones diarias como escribir, leer o hacer música, incluso barquitos etc… te va quedando muy poco en lo que apoyar los años que puedan quedarte por delante. El empuje, la audacia y los deseos desbocados de la juventud, han pasado a formar parte del famoso “Baúl de los recuerdos” de Karina. Pero aún así lo peor no es esto, lo peor es haber perdido hasta las aficiones, que algunos ni tuvieron, ni pudieron tener. Como decía la canción de los Beatles “Obladí, obladá ¡ay! la vida se nos va”. Y eso teniendo en cuenta que Pepe en el mercado tenía un carretón y Pepa en una orquesta iba a cantar, la vida es así: “Pepe le dijo a Pepa nos vamos a casar y los dos juntos se pusieron a bailar” sin darse cuenta de que el tiempo pasó tras sus pasos raudo, como un coche de carreras japonés a pilas.
Y burla burlando el tiempo nos ha ido, no se si matando o machacando. En principio a muchos los ha machacado físicamente, a otros intelectualmente y a casi todos humanamente. Pasar caminando cerca de alguna joven mujer te trae recuerdos de cuando no solo la mirabas tu, sino que ellas a veces, raras veces te correspondían. Hoy solo eres un bulto andante que pasea sus miserias físicas y mentales por los vacíos del futuro que nunca creíste fuera a llegar. Si aguantas el asalto de un cuba libre, como mucho puedes estar contento, pero recuerda que con veinte años entraban en tu cuerpo diez o quince sin que se te nublara el espíritu. Lo peor que podía pasar era que al llegar a la cama tuvieras que echar un pie a tierra en forma de ancla para que la habitación no se moviera. Pasar una noche sin dormir era una tontería hasta que no vencías a la segunda y así en multitud de cosas. Ni siquiera había que “entrenar” como dicen los jóvenes de hoy o de siempre, ya estabas entrenado por tu propia naturaleza.
Las fantasías que pudieran agolparse en tu cabeza eran tan reales que a veces hasta las creíste reales, hoy en día tienes que anotarlas en escritos o novelas para podértelas creer y aún con reparos. ¿Fue cierto o no que en el año setenta y seis visité Johanesburgo, sin saber hablar inglés y por supuesto sin conocer ni siquiera el Africaner, una especie de Holandés del siglo quince? ¿Supe coger un autobús en el aeropuerto que me llevo a un lugar llamado “Rotunda” y desde allí coger un taxi, Only for black people que me acercó al Carlton hotel?, quién lo sabe ya a estas alturas, ¿fue real, fue un sueño, quién sabe?, pero lo peor no es esto, lo peor es que quienes fueron testigos de aquello hoy están mudos bajo tierra y ninguno te lo puede refrendar.
Así que perder la memoria en cosas comunes te hace temer el día en que realmente no recuerdes ni los nombres de tus hijos o amigos, por padecer Alzheimer. Solo espero que esa enfermedad cruel no me alcance, ni a mí ni a los que me rodean. Por desgracia la padece mi suegro. Sé que cuando vamos a verle solo sabe que le resultamos familiares, pero no sabe en absoluto quienes somos ni qué relación tenemos o tuvimos con él.
Necesitar el auxilio de alguna institución y ser atendido en todas las acciones elementales de la vida es una especie de muerte adelantada, que quizás, no lo sé, no aporte nada a tus últimos años. Es algo terrible, desolador, sin sentido, es algo que me gustaría desapareciera de entre las enfermedades humanas, porque lo único que realmente es nuestro son los recuerdos de tiempo lejanos.
Enfrentarnos a la vida sin mochila de recuerdos y sin posibilidad de crear otra nueva es algo que se me antoja horroroso. Espero que las personas que padecen esta enfermedad hayan perdido también la consciencia de las interacciones cercanas. Aunque visto así sería un estado de novedad continua en los contactos con otros seres humano bien conocidos pero olvidados.
Al llegar a la vejez el peor enemigo es tu propia mente, ejercitarla día a día con actividades que te hagan mover las neuronas y recuerdos es fundamental, lamentablemente algunas respuestas partieron con tus seres queridos. A mi se me olvidó preguntar a mi madre cuál era la receta del Pastel de pollo que hacía con un estilo muy personal. Es algo que, como a ella misma, ya he perdido para siempre, es lamentable que parte de nuestro acerbo cultural, lo hayamos tenido tan próximo y no lo hubiéramos almacenado, como un tesoro, quizás más importante que cualquier otra cosa. Echar de menos, no es una frase cualquiera, echar de menos es un ejercicio de humildad, de reconocimiento de que sin los otros, no somos nada.
Cuando llegas en esta vida a la jubilación, aparte de tus aficiones diarias como escribir, leer o hacer música, incluso barquitos etc… te va quedando muy poco en lo que apoyar los años que puedan quedarte por delante. El empuje, la audacia y los deseos desbocados de la juventud, han pasado a formar parte del famoso “Baúl de los recuerdos” de Karina.