
Suscribí con alegría en esta tercera España que sufrimos la opinión de Francisco Rico sobre la nueva ley antitabaco («Teoría y realidad de la ley contra el fumador», en el País), y disfruto con la polémica intelectual que suscita desde su publicación, porque uno de sus principales debates se centra en el concepto de la verdad y su relación con la escritura, y por tanto con el periodismo y la literatura. ¿Verdad de los hechos o verdad moral? ¿Puede una mentira argumentar la razón?
Al filólogo le llovieron las críticas porque finalizaba su artículo con la frase «En mi vida he fumado un solo cigarrillo», y todo el mundo sabe en la «Villa y Corte» que Rico es un fumador empedernido. El académico se defendió con altura y citó a Antonio Machado: «La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero», pero, por si acaso, al quite, rápida y eficazmente, saltaron en su ayuda Javier Cercas e Ignacio Echevarría.
«Y lo peor de todo va a ser que ese utópico concepto de la tercera España se quede en eso: mera fabulación novelística y no como los molinos de viento: Auténtica verdad moral aunque nunca coincida con los hechos»
En el otro frente en esta tercera España, hasta ahora, se han pronunciado una legión de seres amparados en el anonimato, que me imagino no fumadores y con alma de chivatos, entre los que, seguro se cuenta, ese «ciudadano» que ha denunciado a los actores que fuman hierbaluisa en una representación teatral, por exigencias del guión de la obra.
Y el debate moría cuando otro escritor admirado, Arcadi Espada, ha utilizado la mentira escrita para atacar, eso sí, con garrote, como en el mito de las dos Españas que plasmó Goya, a Javier Cercas. !Qué curioso! Nunca pensé hasta ahora que desde la reflexión ética y periodística se pudiera llegar a la infamia. Ni tan siquiera alimentando la acción con dosis enormes de envidia.
Y es que, el autor de «Anatomía de un instante» pasará a la historia como el adalid del concepto de la tercera España: la verdadera y mayoritaria, de integración y mayorías, atacada y vencida desde la guerra civil por las dos españas minoritarias y radicales. Las izquierdas y las derechas. Así lo expresa literalmente en «Las armas y las letras. Literatura y Guerra Civil 1936-1939» y la teoría subyace en cada una de las páginas de ese monumento a la Transición, que es su obra sobre el golpe del 23 de Febrero de 1981. Por ello, tendremos que esperar a su nuevo movimiento y ver si reacciona con ese garrote del que reniega en sus escritos.
Y lo peor de todo va a ser que ese utópico concepto de la tercera España se quede en eso: mera fabulación novelística y no como los molinos de viento: Auténtica verdad moral aunque nunca coincida con los hechos.
Yo «fumé» de los 9 a lo s14 años, cuando mi padre me autorizó a fumar, pero no delante de él. A cualquier cosa se la llama «fumar», principalmente por que no teníamos dinero para comprar tabaco, ni de cigarrillo en cigarrillo, que es como se comercializaban entonces los Celtas, Peninsulares y, para los potentados, el «rubio Bisonte. El «Chester» era para cuando venía alguno de mis primos mayores que ya trabajaban y me daban un par de cigarrillos, que en cuanto me los veían los mayores del Colegio me eran «confiscados pro domus sua (?), bueno, o algo así el latinajo» inmediatamente.
Después no volví a fumar, pero cuando empezaron la campaña contra el tabaco, ya se lo decía: O salimos a protestar a la calle , o nos van a joder, primero con el tabaco, pero esto es solo un ensayo para ver nuestras tragaderas. Y a continuación nos van a pone el culo en pompa con otras cosas.
Y la verdad es que lo tengo pero que muy escocido.
Y ahora, una pequeña maldad.
Resulta que soy asmático de una variedad que me dijeron que era «súbito» . En un reconocimiento hace como dos años, el neumólogo me preguntó si fumaba. Le dije que no. Me preguntó que si había fumado.Le dije que hacía 55 años que no lo hacía. Y cuando me quise dar cuenta, ese mangui me había puesto en la ficha: FUMADOR.
Fiate de la Virgen y no corras.