Y PASARON MÁS COSAS.., en aquel vuelo que, finalmente y contra el más optimista de los sueños, pudimos abordar y llegar a casa por Navidad
Y PASARON MÁS COSAS… En aquel vuelo con turbulencia

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Y PASARON MÁS COSAS.., en aquel vuelo que, finalmente y contra el más optimista de los sueños, pudimos abordar y llegar a casa por Navidad
Acaba de llegar Aquilino, el propietario de un bar cercano, y saca el tema del discurso del Rey y la Casa Real. Y, mientras espera turno, afirma con aplomo que le gustó que la bandera de España fuera protagonista
Veo muy de mañana todos los días al joven Mamadou. Se intuye que se levanta con ganas de progresar y me alegro. Le he conocido pidiendo en la frutería de los chinos durante muchas semanas. Es fuerte y no tiene mas de veinte años. Viene de Senegal y sabe qué significa cruzar el desierto del Sahara huyendo de la muerte, y me ha emocionado algunas mañanas al cantar dulcemente, y a toda voz, en el cruce de la calle León con la calle Huertas, en el barrio de las Letras de Madrid. Entona bien el africano, sin desafinar. Se ha aprendido además un lema que intercala con su canción, sin intuir que ha comenzado con el discurso de la mentira
Críspulo Mochales ejercía de sexador de pollos en un pequeño pueblecito de Teruel. Era un señor regordete, entrañable y poco avispado, similar (salvo en la especie zoológica) a Winnie the Pooh, aquel osito que tenía muy poco cerebro.
Su canción, y también su gesto, me refrescan el Oblivion de Astor Piazzolla. Una auténtico tango cicatrizado en mi memoria llena de nostalgias
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A Juanita la educó mi amigo Ricardo en el amor a los humanos. Imborrable recuerdo el ver los agasajos y pleitesías que la yegua le dedica cada mañana en que Ricardo le acaricia.
Pero hoy Ricardo me pide ayuda porque está preocupado. Uno de sus potros ha desaparecido y le buscamos Sierra arriba, Sierra bajo, por todos los prados. Se llama Papa Buco y no aparece. Al final de la jornada Ricardo y yo, exhaustos, nos damos un respiro sin palabras junto al salpicadero de la pick up y oímos a Andrés Calamaro y los primeros versos del tango “Por una cabeza” de Carlos Gardel y letra de Alfredo que dicen: “Por una cabeza de un noble potrillo que justo en la raya afloja al llegar…” Y va Ricardo y se me pone a llorar.
Ricardo me cuenta que sus caballos se enamoran por la “Capa”. Y que durante su celo atávico, animal y poderoso, cuenta y mucho, el color de la pareja. Y que se teme lo peor, que el Papa Buco se haya enamorado y, por ello, perdido su razón de supervivencia. Tomamos unas cervezas y continuamos su búsqueda. No dormimos y al final nuestro esfuerzo nos recompensa. Ahí, junto a una cancela oxidada encontramos al potrillo que se lamenta. Le acariciamos al comprobar que Papa Buco tiene una inflamación mortal. Una yegua, está claro, le ha propinado una certera coz.
Casi sin hablar nos vamos en busca de ayuda y, en el coche, al ver pasar la vida fugaz por el cristal lleno de cagarrutas comenzamos a reír cuando en la radio suena otra vezó el tango bendito: “un noble potrillo que justo en la raya afloja al llegar” y es que Papa Buco, sabemos, se va a morir por el egterno juego del amor: Una yegua, sencillamente, le pateó sus partes en su primera escapada: su primer lance sexual.
En eso suena el móvil. Al otro lado, desde las praderas, llama Martín, el poeta gaucho, filósofo de la vida y la parrilla.
Y alegre nos dice que Juanita, la yegua preferida de Ricardo, acaba de parir un potrillo feliz y patilargo. La noticia nos impresiona a los dos. Apago la música y le digo a Ricardo:
– ” Lo justo es que se llame Papa-Buco como homenaje a su primo, a la vida y la muerte, y solo espero que este animal tenga mas suerte en su relación con las hembras y la naturaleza toda”.
Ricardo me mira y dice:
-” Qué fuerza Manuel tiene la vida y es que hace más daño un disgusto que una botella de ”.
Pongo la música y Calamaro acaba su canción.
Para una mejor comprensión de mis escritos aclaro, a quienes no lo conozcan, diré que Max es un personajillo virtual que vive en mí; es mi otro yo, al que visualizo como un diminuto y simpático diablillo crítico, irónico y descarado, siempre impaciente por decir lo que yo, por pudor, intento mantener a raya.
Durante veintitantos años he estado volando a Cuba, en donde hice amigos que, como dice una canción «hartos de ya estar hartos», necesitaban contarnos como era su día a día a mí y a otros compañeros de la tripulación, de los que estaban convencidos no íbamos a denunciarles ante las autoridades castristas. Así, me hicieron partícipe, en no pocas ocasiones, de la realidad comunista en Cuba.
El otro día, al escuchar la pretensión de la alcaldesa de Madrid de instaurar la figura de un supuesto «supervisor de distrito», o algo similar, me vino muy vivamente a la cabeza una inolvidable experiencia personal en La Habana.
En Cuba están plenamente vigentes los Comités de Defensa de la Revolución (los CDR). Los hay de distrito, de barriada, y de edificio. Son los encargados de comunicar a la policía todo lo que ocurre en su zona de control: con quien te reúnes; de qué habla la gente; si te visita algún extranjero, qué cosas te cuenta, si te llevan algún regalo, etc. Para estos comisarios políticos (soviets) NO se pueden mantener las puertas de una casa cerradas.
En cierta ocasión, a través de la gran bailarina, Alicia Alonso, con la que había coincidido en varias ocasiones en el mismo vuelo a Cuba, fui invitada, junto a tres compañeros más a visitar, en su casa, a la que había sido la fundadora del Conservatorio de Música de La Habana; una gran señora, a la que nunca podré olvidar.
Aquello, ni era una casa ni nada habitable. Era una gran estancia desnuda, de paredes muy sucias, sin un solo cuadro, sin cristales en la mayoría de las ventanas, sin un sólo mueble salvo cuatro sillas desvencijadas, con lo que alguno de nosotros hubo de permanecer de pie, y un gran piano solitario en el centro de la sala que proclamaba el esplendor que algún día, ya lejano, lució.
No viene, hoy, al caso relatar la heroica historia de la Señora que salvó aquel piano de la expropiación el mismo día que vaciaron, sin piedad, todos los muebles y utensilios de su casa. La gran señora que era la anfitriona se lamentaba, con lágrimas en los ojos, por no tener ni un triste refresco con que obsequiarnos. A todas éstas, se presenta en nuestra amistosa reunión un individuo, que ni saludó, pero exigió que algún vecino le trajera una silla.
Se sentó a unos metros de nosotros a escuchar lo que hablábamos. Ante mi sorpresa, pregunté a la hija de la anfitriona que estaba de pie a mi lado, Marta Egusquiza, quién era este «señor».
Antes de que pudiera contestarme, le tomó la palabra su madre, y , sin el menor temor y con evidente desprecio hacia el recién llegado, me contestó: es el CDR, explicándome, a continuación, cómo era el funcionamiento de ese sistema soviético (que no chavista) de control de la ciudadanía. El intruso permaneció impasible, como si fuera de escayola. Al ver, ella, mi cara de preocupación por su valentía, nos dijo bien alto: No te preocupes por mí, ya soy muy vieja; ya no tienen nada que quitarme; no sólo me han vaciado la casa, me han vaciado la vida.
Así que ya sabéis por donde van los tiros de la Señora Carmena, que, entre ocurrencia y ocurrencia, nos impone una de estas.
El maestro del solomillo me lo repite cada mañana cuando le saludo en el mercado. “Aquí en mi carnicería no se habla ni de la prima, ni del rescate, ni de la crisis.., los podemitas ni de Trump que me tienen ustedes aburrido”. Pero hoy, a continuación, de recitarme el lema, y reírnos los dos, en voz baja, entre confidente y espía, me susurra que nunca pensó que eso de los mercados le iba a afectar tan de cerca. Así que a punto de enlazar una conversación sobre la selección española de fútbol, me callo oportunamente y le dejo seguir. Gerardo, así se llama, continúa:
– Ya me conoce y sabe usted que soy tranquilo, pero comienzo a sentirme indignado y “cabreao”, ¿Sabe por qué? Porque yo hago mis deberes, pago mis impuestos, acabo de invertir en un frigorífico nuevo, he dado de alta a la rumana que va a mi casa un día a la semana y he descubierto que los políticos no hacen los suyos. Y eso no puede ser. Estamos en mano de unos inútiles. ¿Y sabe usted? Cada vez son más los que viven a mi costa y no hacen bien su trabajo.-
Yo le cuento a propósito mis sensaciones con el liberado sindical que tengo de vecino, porque le recuerdo saliendo de su casa con la camiseta verde camino de la manifestación. Mi vecino tiene silla, o sillón, en la central de la calle Lope de Vega, galones de liberado, y se presenta hasta en la panadería con su carnet político pegado a la frente. Habla de la educación, por ejemplo y construye sus tediosos argumentos tomando el hilo desde la caída del muro de Berlín, pero lo que verdaderamente no soporto es que deja la basura todas las noches en el quicio de su puerta porque a partir de las nueve dice que “no tiene fuerza para bajarla hasta el cubo, por su entrega a la calidad de la enseñanza y su dura lucha cotidiana contra Cristina Cifuentes que le consume”.
– ¿Significa esto no hacer bien su trabajo, al menos el comunitario? Le pregunto
Pues sí, Y Gerardo me contesta con una nueva pregunta: ¿Pero cree usted que a su vecino le respetarán los de la manifestación cuando chille con el altavoz sus mensajes?
Sí, me imagino que sí, le contesto. Y Gerardo remata con su profundo sentido común: «Bueno pues eso es lo que le quiero decir. Puede ser que su vecino haga bien su trabajo sindical y político. Que sea un auténtico líder sindical ¿Pero qué pasa con Rajoy? que ya va por el mundo con cara de cordero degollado, como un púgil noqueao. ¿Es que no se da cuenta que necesitamos un capitán en el equipo? No hace bien su trabajo. Se ha convertido en el falso nueve de la selección: Un problema. Con la que está cayendo y nos va a caer tiene que hablar y proponer. Y nada…
Es usted un genio le digo. ¿Y qué va a ser me contesta? Pues hoy….
Lope de Vega decía “Que si ha de dar un desengaño muerte, mejor es un engaño que da vida”.
No hay peor engaño que engañarse a uno mismo.. Es sólo una frase, pero ¡tan cierta! Creer ciegamente en algo que deseas con todo el alma, puede ser a veces una manera de consolarse engañosamente.
Mientras mantienes una venda en los ojos para seguir soñando con algo que no ocurrirá, mantienes también la esperanza .., y eso como dice el refrán, es lo último que se pierde.. Pero es cuestión de tiempo, de hechos y de salud, que un día te veas obligado a dejarla caer, a descubrir tus ojos ante la obstinada realidad.
No, no va a ocurrir, ¡desengáñate!, no porque tú no lo quieras, sino porque no depende ya de ti, no está en tus manos Así es que hoy, después de mucho tiempo, me ciego ante la deslumbrante luz de la evidencia, y espero que mi deseo .. , vuele feliz. Adiós venda, adiós ceguera, adiós deseo. ., no volváis a mis sueños.
Qué hartura de política.., de noticias.. Necesito endulzar mi día: Mis ganas de ti, no se van, se acumulan… Ahora dime de una vez: ¿Te espero o te olvido?