
Camino del mercado me ofusca hoy el tufo político que como casi siempre en España llega desde Cataluña. Y es que vuelve, maldita nuestra suerte, el concepto de conspiración en el caso Pujol en el que ahora, y para mas inquietud, aparece en los papeles el rey Consorte y nuestros espías no aclaran nada antes del intermedio. las cloacas tampoco. Así no hay manera de disfrutar del ambigú en el que hoy tampoco compraré butifarras. El tercer, y último acto, está a punto de comenzar y la magnífica por grandiosa ópera bufa de la corrupción española, comienza a parecerse demasiado a los interminables culebrones en los que cada día el espectador se sobrecoge con un nuevo complot. Un nuevo robo.

Pasan ya las veinticuatro horas desde que El Mundo ha publicado en portada la posible realación entre Jordi Pujol y Juan Carlos I , y el gobierno de España, Rajoy a la cabeza, que se encuentra inmerso en un golpe de estado, no dice nada, claro está. Pero esta vez, definitivamente, los españoles necesitamos un desenlace después del intermedio. Un buen y definitivo tercer acto en el que la farsa acabe con un desenlace trágico, a la altura de las circunstancias. Sin grises, en negro sobre blanco de las venganzas, los entresijos de la oscura trama y hasta la inmolación eterna de los malos.
Dejo mis pensamientos para centrarme en la compra y Gerardo, mi filósofo carnicero, me dice mientras me taja unas chuletitas, que hasta hace muy poco creía que para dormir bien tan sólo era necesaria una conciencia limpia, pero ya sospecha que existen ciertas almohadas rellenas de sobresueldos que procuran un feliz descanso.
Un grandioso artículo sobre una inquietante noticia. Ya estamos «casi» curados de espanto. Y, muchas veces, es preferible la dura verdad que la mortificante incertidumbre.